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ETA y el poder del lenguaje

Introducción

Se podría indagar sobre el origen de la banda terrorista Euskadi Ta Askatasuna (Patria Vasca y Libertad) para contextualizar su causa; sin embargo, no es el objeto de esta reflexión, en la que se atenderá a los procedimientos que llevó a cabo ETA y la respuesta del Estado español a través de los ejecutivos de Rodríguez Zapatero y Rajoy Brey para deparar en la actualidad, que muestra signos de victoria política del grupo terrorista. Se seguirá en todo momento el hilo causal del lenguaje, instrumento que le ha sido eficaz para modificar, de cierto modo, la realidad. 

Lógicas estratégica y táctica de ETA

Euskadi Ta Askatasuna sufre una evolución caracterizada por las disputas internas y la generación de escisiones desde 1956 hasta, prácticamente, la transición, cuando se fortalece. En 1973, con la VI Asamblea, se conforman definitivamente sus líneas de actuación; las lógicas estratégica y táctica que la acompañarán, en ocasiones modificadas por las circunstancias, hasta su disolución formal el 8 de abril de 2018, cuando en el diario GARA[1] manifiesta su decisión de abandonar el espectro social años después del cese de su actividad violenta (2011). Estas lógicas se conformarán sobre el uso de la violencia como único instrumento óptimo para conseguir sus objetivos políticos. Pues, la lógica estratégica del terrorismo tiene una relación singular y directa con la violencia y la democracia, que nace de la necesidad de quebrar el orden social, jurídico y político del Estado en el que se dé. En este caso, ETA ya se acoge a ella durante la dictadura, aunque discierne sobre la misma durante su desarrollo, siendo a finales de los setenta (años 77 – 78) cuando se convierte solo y exclusivamente en un grupo terrorista

Para antiguos miembros de la organización como José María Garmendia, también catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, la violencia fue sustancial a ETA desde sus comienzos. De hecho, en 1959 la banda ya colocó tres explosivos caseros, de los que uno estallaría en el Gobierno Civil de Vitoria (Fernández, 2017). Es claro entonces que, desde la I Asamblea (1962), la violencia como elemento para dañar al Estado ya está presente. Sin embargo, no es hasta la III, en 1964, que se trata como la herramienta más eficaz para conseguir sus objetivos, siendo en la IV (1965) cuando se aprueba definitivamente la estrategia de acción – reacción – acción: provocar, por medio de atentados, la represión masiva de la dictadura para que, ante la represión, las masas reaccionen de dos formas opuestas y complementarias: con pánico y con rebeldía. Para que, en algún momento, si la organización aguantaba la respuesta policial, la población civil vasca “despertara” y se sumase a la causa (Fernández, 2014). 

Ver: Fernández, G. (2014). El simple arte de matar: orígenes de la violencia terrorista en el País Vasco. Historia y Política, nº 32: 271-298.

De esta forma, y siguiendo una evolución pragmática, durante la V Asamblea (1967), ETA decide estructurarse en cuatro frentes: cultural, socioeconómico, político y “militar”, así como autodenominarse “Movimiento Socialista Vasco de Liberación Nacional”, con una clara tendencia a la vía tercermundista[2]. A partir de la transición, con la disolución de ETA Político Militar, la violencia, desde su brazo “militar” (expresión consecuente con su pretendida “lucha armada”, a sabiendas de que es un concepto asociado al ejército y no siendo aplicable a un grupo terrorista, pero útil para modificar la realidad a través del lenguaje) se incrementa exponencialmente, validando la relación violencia – democracia (Fernández, 2016). Coincidiendo, además, con los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), 1983 – 1987, que al contrario de ayudar a desarticularla, la legitimaron. Ese supuesto Estado opresor del que se valían para cometer los actos terroristas, en apariencia, lo fue con este mecanismo. Equivocado, por supuesto, como lo demostró la entrevista de Rui Pereira, reproducida en Gara en 2003, a miembros de la banda: “Es porque los Estados cercenan violentamente todos los derechos de nuestro pueblo que ETA utiliza la lucha armada” (Alonso, 2018). 

Lógica propagandística y comunicativa

Fernando Buesa, portavoz del PSE en el Parlamento Vasco y asesinado por ETA (año 2000) dijo: “Hay una violencia que mata y otra que no te deja vivir”. La modificación del lenguaje y desnaturalización de los conceptos son herramientas capaces de desvirtuar la realidad hasta tal punto que, no solo se cree un relato, sino se incida en la actuación de la sociedad. Y esto es uno de los principios del terrorismo, también del etnonacionalista como el de ETA, que creó un léxico que permeó en la jerga política y periodística para conseguir, entre otros, la fragmentación de la sociedad. El terrorismo de ETA perseguía la exclusión de una parte de la sociedad vasca, de la seleccionada como objetivo por motivos ideológicos, profesionales o políticos, y lo consiguió. La “socialización del sufrimiento” y la violencia de la persecución consolidaron una espiral del silencio[3] por la que los no nacionalistas no podían expresar sus opiniones libremente, ni, por tanto, apoyar a ese “objetivo” de la banda criminal; incidiendo directamente, por tanto, en el auge del nacionalismo, ya fuese por convencimiento o por necesidad (Alonso, 2018). 

A esta opresión permanente, a la sociedad quebrada, se le unió la asepsia informativa provocada por los medios de comunicación en su afán de contar noticias comprensibles, imprecisas desde el punto de vista terminológico, que hacían que se hablase de las causas, de los fines, pero no de los métodos. Todo ello derivó en que parte de la población pidiese “la paz”, como si de un Estado en guerra se tratase. De hecho, durante los primeros años de democracia, en la etapa que más sufrió España por el terrorismo, en el exterior, en países europeos como Bélgica, Francia o Italia, se pensaba que ETA era una organización de resistencia vasca en protección de los menesterosos y la cultura. Es decir, la prensa influyó también en el plano internacional. No se quiere demonizar con esto a los medios, por supuesto, pero sí hacer ver cómo el periodista es el intermediario entre el terrorista y la sociedad, y debe tratar a este fenómeno con rigurosidad para no convertir la noticia en propaganda (Rivas, 2020). Para que, al contrario de lo que suele ocurrir, no se suplante el lenguaje ni la realidad por un imaginario, una mistificación. La víctima fue el medio por el que se transmitió el mensaje, y los medios, inconscientemente o no, sus voceros (Sánchez, 2010).

Sánchez, G. (2010). Propaganda terrorista y medios de comunicación. Revista Comunicación y Hombre, nº 6: 103 – 122.

Diálogos generosos: ETA y los ejecutivos de J. Rodriguez Zapatero y M. Rajoy

ETA buscó la modificación de la realidad desde la ilegalidad, mediante daños físicos, pero sobre todo psicológicos, ocasionados por actos terroristas hacia la sociedad civil, por fines políticos. Por eso, se mantuvo en todo momento desde la banda, por sus afines, e incluso por los medios, la terminología “proceso de paz” para evocar al que había sido su objetivo desde sus comienzos; para no decir diálogo (que denota la capacidad del Estado para influir en la actuación terrorista), o en su caso, y siendo también imprecisos, negociación (que muestra la debilidad del Estado e iguala a las partes, pero no incide directamente en el lenguaje) se acabó usando este sintagma con una profunda carga emocional e intencionalidad política que alude a un estado previo y necesario de guerra en el que, sin embargo, no hay víctimas ni victimarios, sino dos bandos contrapuestos que buscan anteponerse al contrario para finalmente salir victorioso y olvidar el proceso que ha llevado a ello, o en su caso, crear una memoria colectiva oficial. Contraponen, siempre desde ese lenguaje inventado, el terrorismo a la paz para socavar el orden democrático desde el chantaje moral a una población determinada, en este caso, la española, que la acabará exigiendo y, de no hacerse, incluso transferirá la culpa al Estado. Cuando lo contrario de terrorismo es la ley. 

Desde 2004 y con el ejecutivo de Rodríguez Zapatero, que recién iniciaba su legislatura, se permitió que el brazo violento de ETA se convirtiese en moneda de cambio entre el gobierno y la banda terrorista. Algunos aducían que era necesario e incluso ventajoso en comparación con referencias internacionales, como Jesús Eguiguren, presidente del Partido Socialista de Euskadi. A pesar de que ya, durante la década de los ochenta y principios de los noventa, con el Pacto de Ajuria Enea se habían manifestado las suspicacias que generaba esta vía en el espectro político, el gobierno la instrumentalizó para convalidar a ETA como “interlocutor” inevitable del Estado en la búsqueda de, como se plasmó en el Boletín Oficial de las Cortes Generales, de 20 de mayo de 2005, “las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia”, otorgándole una equivocada legitimación al terrorismo, que atentaría directamente contra los frentes policial y jurídico de la política antiterrorista y que, M. Rajoy, en contrariedad a su programa político, siguió como hoja de ruta ya marcada: la desaparición de la doctrina Parot, el acercamiento de los presos etarras[4] y la legalización de la izquierda abertzale (Alonso, 2018). 

Derrota operativa, victoria política

Si bien es cierto que el debilitamiento operativo de ETA motivó su cese, y que para ciertas personalidades como Florencio Dominguez fue derrotada (2017), no se puede ignorar que los objetivos de la banda eran políticos: “la liberación de Euskal Herria del Estado español opresor para construir un Estado socialista vasco”. Es decir, no se pueden desconectar los atentados, del nacionalismo vasco; aunque la forma en la que se llevó a cabo la desarticulación de la banda se pretenda sustentar sobre una suerte de amnesia colectiva que ha permitido que partidos que no cumplen los “mínimos éticos, políticos y democráticos básicos” (Alonso, 2018) como Bildu, hoy sean totalmente, no solo legítimos y válidos, sino la segunda fuerza en la comunidad autónoma vasca (Europapress, 2020) y sobre la que gira la estabilidad del gobierno de España, cuando se mantiene ligado doctrinalmente a los postulados de ETA (Rivas, 2020). 

Ver: Rivas, P. (2020). Terrorismo internacional y ETA. Programa de podcast La Perspectiva. Relaciónateypunto.

Si el nacionalismo, en la actualidad, ostenta la hegemonía política en la zona, podemos hablar de una victoria simbólica y fáctica al haber conseguido la diezma del pluralismo político y, por tanto, la consecución de ciertos objetivos manifiestos de la acción terrorista. Sin embargo, el recurso del relato, de la modificación de los hechos para mostrar una realidad falseada, ha permitido la transformación de verdades incómodas en una verdad absoluta: “la derrota de ETA”.


[1] Diario de tendencia abertzale, sustituto de Egin. 

[2] La gran referencia de ETA fue el Frente de Liberación Nacional (FLN) de Argelia, cuyo éxito fue notable. La lógica de este grupo recaía en el ataque directo a la población civil como método para inocular el miedo a esta, condición sine qua non para llegar a la mesa de negociación. 

[3] Control social que determina el comportamiento individual, sublevándolo a la opinión general.

[4] La dispersión carcelaria a distancias intermedias fue, y es, una medida sumamente eficaz en la política antiterrorista para quebrar la unidad de grupo.  

Referencias

Alonso, R. (2018). La derrota del vencedor. La política antiterrorista del final de ETA. Madrid, España. Editorial Alianza. 

Domínguez, F. (2017). Las claves de la derrota de ETA. Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, Informe nº 3: 1-68.

Europa Press, (2020). PNV gana holgadamente los comicios y podrá reeditar su pacto con PSE, mientras EH Bildu crece como segunda fuerza. Europa Press. Consultado el 12 – 11 – 2020

Fernández, G. (2016). ¿Por qué ETA comenzó a matar? Observatorio internacional de estudios sobre terrorismo. Consultado el 10-11-2020

Fernandez, G. (2017). La primera bomba de ETA. Observatorio internacional de estudios sobre terrorismo. Consultado el 10-11-2020

Hernández, V. (2017). Terrorismo y propaganda en los medios de comunicación. El final de ETA a través de la prensa. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid.

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