La pandemia del nuevo Coronavirus (Covid 19) ha generado una crisis internacional inmensa no solo desde el punto de vista estrictamente sanitario, si no también desde el económico, político y social. Esta dura realidad que nos toca atravesar en nuestro planeta agravó e incrementó mucho más la situación que les toca atravesar a miles y miles de personas que por diferentes motivos dejan sus hogares y países de origen a los fines de buscar una mejor calidad de vida en un país extranjero.
El brote del virus ha logrado de forma extraordinaria “paralizar” el curso normal y habitual de la humanidad por un tiempo considerable, algo totalmente impensado e inimaginable en el mundo globalizado e híper -conectado en el que vivimos. Pese a esta coyuntura, el mundo de todas aquellas personas que huyen de sus países por conflictos bélicos, violencia de diferentes características, desastres económicos y por innumerables causas más, no se ha detenido, ni una hora, ni un segundo, ni un minuto, incluso por una pandemia. Las necesidades humanas, la desesperación, el sufrimiento, etc, continúan, no hay pandemia que los frene.
La tristemente “famosa” frontera que separa a México de los Estados Unidos ha sido históricamente uno de los conflictos de frontera y de inmigración más complejos del mundo. Dichos pasos fronterizos fueron y están siendo lugares donde la violación a los derechos humanos de los migrantes forma parte de una lamentable habitualidad.
Las aspiraciones de familias enteras a llegar al país del norte a cumplir el verdadero “sueño americano”, encontrar un empleo y reunirse con familiares que residen en los Estados Unidos ha suscitado y originado hace muchos años llegar a concebir a esta frontera como un lugar hostil para cada uno de las personas de distintas nacionalidades que quieren ingresar a ese país. Muchos desplazados ponen en peligro su vida y su integridad física atravesando lugares con climas muy extremos que pueden llegar a causarles diferentes inconvenientes de mucha gravedad como por ejemplo la deshidratación.
La mayoría de las personas que tienen la intención de cruzar la frontera provienen de países centroamericanos como Honduras, Nicaragua o El Salvador, y por supuesto también mexicanos. La recesión económica que trajo aparejado el coronavirus genero la pérdida del empleo de cientos y cientos de trabajadores latinoamericanos que provocó que se vieran ven alentados a emigrar a buscar nuevas oportunidades laborales y de vida en el norte del continente.
El gobierno de Donald Trump utilizó el desencadenamiento de la pandemia como elemento, herramienta o básicamente una excusa con el fin de desplegar en el último año de su mandato con mayor agresividad y eficacia su agenda de políticas nacionalistas y anti migratorias. Con el argumento sanitario, que claramente no ha sido uno de los principales intereses del Presidente Trump debido al casi nulo y negacioncita manejo del Covid 19, gran parte de los migrantes que intentan llegar a los Estados Unidos a través de la frontera con México fueron expulsados en forma expedita por las autoridades y policías de frontera norteamericanos[1].
Estas personas padecieron una flagrante violación de su derecho a acudir a una corte de inmigración que pudiera tratar el caso particular de cada uno de los migrantes o de solicitar el derecho de asilo en los Estados Unidos. Siguiendo los lineamientos de estas posturas anti migratorias, muchas de estas personas no han sido enviadas a centros de detención de migrantes para evitar el supuesto hacinamiento, conglomeración y congestión de personas que puedan generar la dispersión del virus.
La vida de un migrante se trasforma sustancialmente cuando toma la decisión de dirigirse a un país foráneo sin papeles que puedan respaldar su estadía legal en el país en el cual quiere permanecer, ingresar a un mundo nuevo, una nueva realidad.
Según el sociólogo portugués Boaventura de Souza Santos, el siglo XXI marca claramente tres líneas diferentes en donde se encuentran los estamentos sociales-culturales-económicos. Esas líneas imaginarias son la representación gráfica de la triste fragmentación que hoy existe en el mundo en el que vivimos. Hay grupos que se encuentran dentro del ámbito de la “legalidad”, como las grandes corporaciones trasnacionales, grupos económicos-financieros, el establishment político, etc ; que se caracterizan porque detentan el poder y fijan las reglas del juego dentro del marco de la juridicidad”; otros grupos forman parte del sector de la “ilegalidad”, donde buscan romper los esquemas impuestos por el primer grupo expuesto anteriormente y quebrar las diferentes condiciones que hacen pertenecer a las personas y colectividades a estar dentro de lo “legal “ o lo “ilegal”. Aquí encontramos a los pobres, excluidos y minorías.
Claramente los migrantes se encuentran fuera de estas dos esferas de lo real porque no llegan a tocar la delgada línea de la juridicidad, los migrantes ilegales están dentro del terreno de lo “alegal” un espacio donde no hay ley, no hay reglas, que a nadie le importa y a pocos le interesa, una verdadera tierra de nadie. Lo “alegal “es la verdadera tierra del olvido; generalmente los migrantes comparten esta realidad con los diversos pueblos originarios que existen en el mundo que son discriminados viéndose afectados sus derechos en innumerables oportunidades a lo largo de la historia de la humanidad y en distintas regiones de nuestro planeta.
Este estado de cosas ha generado diferentes efectos en los sentimientos y aspiraciones de las personas que quieren migrar a los Estado Unidos. Al ser estas personas enviadas rápidamente a México luego de ser detenidas, tienen la intención de volver a intentar cruzar la frontera nuevamente, volver a probar, volver a someterse a todos los peligros, temores, miedos, frustraciones y a su vez toda la esperanza que conllevan consigo[2].
Las elecciones que se han llevado a cabo en los Estados Unidos después de una extensa espera para conocer el resultado electoral, han dado como ganador al candidato demócrata Joseph Biden. El gobierno de Biden debe adoptar las medidas pertinentes para generar políticas migratorias coherentes y contextualizar las mismas a los tiempos de pandemia en que vivimos, ya que la guerra con el virus todavía no ha terminado y sigue pegando fuerte en el mundo y con más fuerza todavía en los Estados Unidos.
Estas políticas deben estar orientadas al respeto de los derechos humanos de los migrantes, las mismas deben forzar a los refugiados, desplazados, etc a construir un camino hacia el mundo de lo “legal” más cerca de la juridicidad y del efectivo acceso a derechos fundamentales que todo ser humano de cualquier condición debe gozar sin distinciones.
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[1] Patricia Sulbaran Lovera (2020). BBC NEWS.Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52854606.
[2] Kirk Semple (2020). Nueva York.New York Times. Recuperado de https:// https://www.nytimes.com/es/2020/08/06/espanol/america-latina/migracion-estados-unidos.html.

Abogacía por la Universidad Nacional de Río Cuarto (Argentina). He sido colaborador de cátedra en la asignatura Historia Política Argentina en mi Universidad. Me interesa la política internacional y todas las cuestiones relacionadas con los refugiados y la protección de sus derechos.