Primera parte
Introducción a las Primaveras Árabes
Tal y como anunciamos por nuestras redes sociales las pasadas semanas, en estas fechas se cumplen diez años tras el inicio de las llamadas “Primaveras Árabes” y en Relaciónateypunto hemos preparado una serie de análisis especiales acerca de este tema. Estas “primaveras” – un término que ha sido criticado por el optimismo que denota y que incluso han sido renombradas por algunos autores como “Invierno árabe” – fueron un conjunto de revueltas populares que tuvieron lugar en la mayoría de países árabes entre finales de 2010 y 2012. Las causas que las motivaron fueron diversas, pero en gran medida fueron impulsadas por el deseo de obtener más derechos y libertades; motivo por el cual reclamaban la dimisión de sus respectivos dirigentes autoritarios históricos.
En esta fecha señalada es habitual ver titulares que consideran que tras las revueltas, se ha presenciado una década perdida para el mundo árabe. Sin duda, estas afirmaciones contrastan con el optimismo sentido al inicio de las protestas, y al ser tan categóricas, es necesario analizar rigurosamente si lo que se afirma – que han fracasado por completo – es cierto. Este es el objetivo de esta serie de informes: hacer un repaso país por país de los antecedentes que llevaron a los ciudadanos árabes a movilizarse, de las revueltas en sí, y de los acontecimientos acaecidos en los años posteriores. En esta primera parte, se examinará la situación de los países del Magreb – Marruecos, Sáhara Occidental, Argelia, Mauritania, Túnez y Libia – dando más relevancia a estos dos últimos, debido a la trascendencia de sus resultados.
En unas semanas, se aplicará la misma lógica a los países del Mashreq – Egipto, Sudán, Siria, Yemen, Líbano, Palestina, Omán, Arabia Saudí, Qatar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Irak y Jordania. Finalmente, la tercera y última entrega recogerá las diferentes conclusiones y reflexiones finales acerca de la temática.
Túnez
Si hablamos de las revueltas que sacudieron a buena parte del mundo árabe hace diez años, es imprescindible empezar el relato en Túnez. En este pequeño país magrebí comenzaron las protestas multitudinarias que pronto se expandirían por la región, inspirando a otros ciudadanos árabes y preocupando a sus respectivos gobernantes. El acontecimiento que marcó el inicio de este hito histórico tuvo lugar el 17 de diciembre de 2010, y fue la inmolación a lo bonzo de Mohamed Bouazizi ante la sede del Gobierno Provincial de su ciudad, Sidi Bouzid. Este joven se prendió fuego públicamente a causa de la desesperación que asolaba a muchos como él: en paro y dedicándose a la venta ambulante para mantener a su familia, sufría humillaciones y abusos por parte de agentes de policía corruptos, que le requisaban la mercancía o exigían dinero a cambio de mirar hacia otro lado. Tras su inmolación, las manifestaciones populares estallaron y se recrudecieron al morir Bouazizi a principios de enero de 2011.
Sin embargo, se podría decir que este hecho fue la gota que colmó el vaso, puesto que el descontento popular ya lleva acumulándose años y tenía unas causas mucho más profundas, que se repiten en la mayoría de los países que experimentaron estas revueltas. Entre ellas es fácil identificar el hartazgo generalizado de la población con sus gobernantes, la incapacidad de estos para hacer frente a la grave crisis económica que asolaba al país y la consiguiente elevada tasa de paro. Pero hubo motivaciones más allá de las económicas, como la falta de libertades, las vulneraciones de derechos y la represión sufrida a manos de unos regímenes autoritarios y longevos.
En resumen, el inicio de las protestas en Túnez fue un llamamiento a la dignidad y a la necesidad de tener unos líderes políticos competentes, responsables y legítimos. Poniendo el foco en la situación específica de este país, hay que destacar que su sistema político había estado dominado por dos mandatarios históricos desde que los tunecinos obtuvieron la independencia en 1956: el régimen de Habib Bourguiba (entre 1956 y 1987) y el de Zine el Abidine Ben Ali (desde 1987 hasta la revolución de 2011). Respecto al primero de estos dirigentes, Bourguiba estableció un régimen de partido único, que compaginaba por un lado un carácter laico, de modernización y cercano a los países occidentales, y por el otro, aspectos menos favorables como el autoritarismo y la represión contra cualquier oponente político.
Su mandato terminó cuando un miembro del gobierno, Ben Ali, protagonizó un golpe de estado contra él, bajo la excusa de que Bourguiba ya no estaba mentalmente capacitado para seguir gobernando. El nuevo régimen de Ben Ali, sin embargo, no fue tan distinto al anterior en cuanto a características generales se refiere: en resumidas cuentas, fue otra autocracia con tintes de modernización y liberalización, que se pueden apreciar en las buenas relaciones del Presidente con otros estados Europeos, pero que encubrían una vez más una abrumadora corrupción y una férrea represión contra todo aquello relacionado con el islamismo y en general, contra todo oponente del régimen.
La llamada Revolución del Jazmín – la revuelta popular en Túnez – consiguió lo inimaginable cuando las protestas y la gran presión popular obligaron a Ben Ali a huir a Arabia Saudí en enero de 2011. Tras este logro, el país emprendió el camino hacia la democratización, empezando con un período de transición en el que se celebraron elecciones y se aprobó una nueva Constitución. Para las primeras elecciones libres del país en 2011, los partidos islamistas fueron legalizados y uno de ellos, Ennahda, salió ganador de los comicios.
Esta situación se entiende puesto que estas agrupaciones políticas habían estado duramente perseguidas en los anteriores regímenes, por lo que cuando se abrieron debates acerca de la vertiente política de la religión durante la transición y se pudo ejercer libremente el derecho a voto en un contexto de pluralismo ideológico, una parte significativa del electorado acudió a las alternativas inexploradas hasta la fecha y les depositó su confianza para solventar los problemas que los anteriores regímenes seculares no habían sido capaces de afrontar. La transición democrática llegó a su fin en 2014, cuando partidos laicistas e islamistas llegaron a un consenso necesario para aprobar la nueva Constitución del país. En esta carta magna, si bien se anuncia que la religión oficial de Túnez es el islam, se rechaza la sharía como fuente de derecho y se reconocen libertades fundamentales como la de expresión.
Como balance de situación tras una década de cambios, existe cierto consenso acerca de que el caso de Túnez supuso una excepción a los acontecimientos que se vivieron en el resto de los países tras las revueltas. En este sentido, los expertos aseguran que a pesar de una clara polarización política y cierta falta de liderazgo interno, la transición tunecina fue inclusiva, consensuada y participativa; factores que convierten al país en un ejemplo a seguir para sus vecinos.
Libia
Una tensa calma. Esa es la sensación que tienen miles de libios, que después de 9 años de guerra provocados por las disputas que dejó sobre el país la Primavera Árabe, hoy esperan a que el alto al fuego firmado el pasado 23 de Octubre sea el definitivo. Y es que, Libia es uno de esos estados fallidos de los que se habla al evocar las Primaveras Árabes. Pero, ¿por qué?
Es importante analizar el contexto previo a los eventos de 2011 para entender por qué estas revueltas no dieron su fruto. El caso es que Libia no fue nunca un estado democrático: habiendo sido colonia del Imperio Otomano y más tarde de Italia, la independencia siguió sin suponer una verdadera emancipación. La independencia de 1951 fue facilitada por los británicos, quienes instauraron de nuevo la monarquía Sanusi. Bajo esta, los partidos políticos seguían estando prohibidos, y el control indirecto de Gran Bretaña continuaba dejando claro que la dependencia en los poderes externos no había cesado.
Ante la falta de garantías hacia las necesidades del pueblo libio, un grupo de militares liderado por el Coronel Muamar Gadafi dio un golpe de estado en 1969, con la intención de ofrecer a Libia una verdadera independencia. Si bien los primeros años de Gadafi supusieron una gran mejora en el bienestar de la población libia –con programas sociales en el ámbito educativo, vivienda o sanidad que le llevaron a ser el país del continente con un mayor índice de desarrollo-, su toma de poder se convirtió en 40 años de dictadura autoritaria.
Pese a las mejoras de Gadafi, los libios y libias seguían sin tener voz, la democracia nunca llegó a ser establecida. Cuando estos vieron las protestas que se estaban produciendo en el país vecino, Túnez, reclamando las mismas demandas que ellos anhelaban, la primavera comenzó. Como todas las primaveras que se produjeron en ese tiempo, esta empezó con meras manifestaciones, multitudinarias protestas exigiendo la dimisión del líder autoritario, en este caso Gadafi, y la llegada de una verdadera democracia.
Sin embargo, estas pacíficas revueltas no agradaron a Gadafi, y pronto sus fuerzas del orden empezaron a responder con violencia contra los manifestantes. Ya en la segunda semana de protestas, al menos 300 civiles fueron registrados como fallecidos, a causa del bombardeo por parte del ejército de las masas democráticas. Lo que comenzó como una ola de manifestaciones acabó siendo una guerra civil, y los disidentes a Gadafi decidieron formar el Consejo Nacional de Transición, un organismo rebelde con el que intentarían derrocar al régimen del dictador.
Entre la lucha rebelde y el apoyo militar de la OTAN, que realizó varias operaciones aéreas sobre el territorio, la oposición consiguió capturar Sirte y matar a Muamar Gadafi; pese a que hay quién piensa que su asesinato fue obra de la administración estadounidense. Tal hecho, generó un gran vacío de poder, que tanto grupos locales como grandes naciones querían llenar con su presencia.
Tras unas elecciones fallidas en 2011, con un gobierno que no entregó la reforma constitucional que prometió, una nueva llamada a las urnas en 2014 acabó por desestabilizar por completo el país. La Casa de Representantes, liderada por Jalifa Haftar -antiguo miembro del régimen de Gadafi- fue proclamado partido vencedor, pero la oposición ilegitimó el resultado, obligando a Haftar a abandonar Trípoli y asentarse en Tobruk. Ante semejante caos, las Naciones Unidas decidieron nominar a un gobierno provisional, el Gobierno de Acuerdo Nacional, que presidido por Fayez Al-Sarraj, pretendía unificar a la población libia de nuevo.
El descontento popular por la falta de prosperidad política animó a la formación de milicias armadas tanto de un bando como del otro, y en 2014 comenzaría la Segunda Guerra Civil Libia. Esta fue posible gracias a las exportaciones armamentísticas de países con intereses en el territorio, pese a que esta práctica estaba internacionalmente prohibida. Y es que, este hecho nos enseña otra de las caras del fracaso de la primavera árabe en Libia: el petróleo. Desde Rusia, Egipto y Emiratos Árabes hasta Francia, Inglaterra, Italia o Turquía; vemos como esta guerra está plenamente influenciada por los intereses económicos en el territorio. Mientras que todos esos actores quieran un trozo del pastel, está claro que la paz será difícil de conseguir.
Como comentábamos al principio, Libia ha por fin alcanzado un alto al fuego entre todas las partes beligerantes, y una luz de esperanza se abre después de los diez años que han pasado desde el inicio de las protestas que lo provocaron todo. No podemos decir si el país se encuentra mejor o peor a causa de la Primavera Árabe, ya que el vacío de poder habría ocurrido igualmente en un momento u otro, con, seguramente, las mismas consecuencias. Es por eso que no sería del todo correcto afirmar que Libia ha sido durante años un estado fallido a causa de las primaveras. Estas significaron el estallido de un despertar democrático, que hoy más que nunca debemos recordar para que el proceso de paz que hoy estamos presenciando desemboque eventualmente en el país justo que los libios y libias llevan siglos esperando.
Marruecos
Las revueltas en el Reino Alauí comenzaron un 20 de febrero de 2011. Estas manejaban unos mensajes claros, contra el gobierno Abbas el Fassi (primer ministro en ese momento), que eran sencillamente mayor democracia, además de una reestructuración del sistema político donde también se lanzaron mensajes directamente al Mohammed VI que decían: “El rey debe reinar y no gobernar”. Las protestas fueron multitudinarias en distintos puntos del país norafricano; ciudades como Rabat, Casablanca, Marrakech, Tánger, Alhucemas o Oujda sufrieron actos vandálicos que acabaron con heridos y en algunos casos graves. Tras esta primera etapa, el 9 de marzo el rey alauí anunció a través de un discurso televisado reformas constitucionales profundas, que de poco sirvieron ya que el 13 de este mismo mes se siguieron produciendo manifestaciones, a causa de que se veía insuficiente las anunciadas por el monarca.
A estas les siguieron más protestas el 20 de marzo, esta última significativa a causa de que se produjo por parte de los trabajadores de la televisión pública reclamando mayor “libertad de prensa”. Finalmente, no fue hasta el 8 de abril que se produjo la siguiente protesta reclamando que se cumplieran las reformas políticas prometidas con ese cambio de Constitución, que no se cerró hasta el 24 de abril con una firma de acuerdo -sobre todo en el terreno de derechos laborales- entre el Primer Ministro y los sindicatos.
Por lo que podemos observar, la irrupción de las “Primaveras Árabes” no supuso una entrada tan disruptiva como en otros países de la región, aunque sí entró en juego la creación de un movimiento como fue el 20-F, que luchaba como actor político social, no consiguió materializar finalmente reformas disruptivas a las que, si aspiraba, cambios en la gestión del Estado, la corrupción o mejora de las condiciones. Incluso recordemos que han sido germen de resurgimiento de luchas algo olvidadas como “Hirak del Rif”, lo cual concluye que marcó un punto de inflexión en el país magrebí.
Sáhara
El Sáhara Occidental, aunque muchos lo desconozcan, fue el territorio que dio comienzo a los eventos que llamamos ‘Primaveras Árabes’, mucho antes que Túnez. Lo cierto es que, ya en octubre de 2010, cientos de saharauis ocuparon las calles con pacíficas manifestaciones ante la ocupación marroquí.
Cabe recordar que, después de la retirada de la presencia española en la zona, el Sáhara fue invadido por Marruecos en 1975, y desde entonces, sigue ocupando el país como poder soberano. Este movimiento fue condenado por la comunidad de Naciones Unidas, quien estableció en 1991 una misión para asegurar un referéndum donde la población saharaui pudiera determinar su voluntad de ser o no totalmente independiente.
Ante años de promesas fallidas por la comunidad internacional y constantes violaciones de derechos humanos por las fuerzas marroquís, los saharauis intentaron en 2010 alzar la voz y dar a conocer las injusticias por las que estaban pasando. Sin embargo, Marruecos respondió con represión contra las pacíficas protestas, e impidió la entrada de diversos medios extranjeros al país para evitar la cobertura de los eventos. Al menos 11 manifestantes murieron a causa de las revueltas, que pronto se apagaron.
Diez años después, vemos un escenario más que pésimo. El prometido referéndum continúa siendo una fantasía poco probable, sobre todo ahora que Estados Unidos ha pactado con Marruecos la normalización de lazos diplomáticos con Israel a cambio de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara. Mientras la diplomacia y el comercio internacional siguen marcando el rumbo de las negociaciones, parece cada vez menos posible que el Sáhara Occidental consiga su derecho a la autodeterminación.
Argelia
Si queremos entender bien la situación del país norafricano, debemos entender su historia. Según algunos analistas, la relación de Argelia con las revueltas es cíclica, puesto que: en 1988, antes de la Guerra Civil, tuvieron su llamada “Primavera Argelina” o “Primavera Árabe” (según a quien se pregunte), luego en 2011 se repitió lo que ya una vez vivieron (salvando las diferencias históricas), y el pasado pero reciente 2019 ha consolidado esta tendencia en el país tras las últimas manifestaciones y revueltas contra el presidente Bouteflika. Para seguir con la temática del artículo, solo nos centraremos en las conocidas “Primaveras Árabes” del año 2011.
Las revueltas acontecidas en el país del Norte de África en el 2011 se produjeron por: el desempleo, la inflación, la corrupción, la poca libertad de expresión que dieron lugar a un país sumido en una precariedad democrática y a una población con pobres condiciones de vida, a pesar de la riqueza de recursos naturales con los que cuenta (sobre todo gas).
El pueblo argelino siempre ha sido combativo y así es como la “Primavera árabe” que se produjo venía precedida por manifestaciones en noviembre y diciembre de 2010. Pero no fue hasta el 3 de enero de 2011 que se empezaron a intensificar, cuando se produjeron protestas por distintos puntos del país. Estas manifestaciones se fueron recrudeciendo y el 23 de enero comenzó uno de los periodos más oscuros y duros de expresión del derecho a manifestarse, que pasó por el comienzo de una oleada de inmolaciones. Estos sucesos llevaron al ejecutivo de Abdelaziz Bouteflika hasta el punto de decretar el Estado de Emergencia, ya que el Presidente quiso disipar cualquier posibilidad de situación similar a la de sus estados vecinos Túnez o Egipto.
Por lo tanto, entendemos que Argelia no sólo en los últimos años sino en las últimas décadas ha sufrido procesos de revolución o cuasi revolución, pero que no consiguen satisfacer las demandas de la sociedad del país africano.
Mauritania
Las protestas en Mauritania tuvieron un detonante similar al caso de Túnez: la autoinmolación como protesta de Yacoub Ould Dahoud en Nuakchot, la capital del país. Las movilizaciones que siguieron, bajo el llamado Movimiento 25 de febrero, fueron ignoradas poco cubiertas por la prensa y tuvieron una menor participación que en otros países árabes, debido principalmente a la dificultad de comunicación derivada del escaso acceso a internet (medio a través del cual se organizaron las protestas en Túnez o Egipto). No obstante, el carácter de las manifestaciones fue igualmente reformista, con proclamas de tipo social, económico y político. Una de las mayores peticiones de los manifestantes fue la dimisión del presidente de la República, Ould Abdel Aziz del partido Unión por la República (UPR), quien había llegado al poder en 2009 tras unas elecciones cuestionadas. El carácter de este gobernante es definido como autoritario, así como excesivamente personalista y con presencia de fidelidades tribales y étnicas.
Una característica de la llamada Primavera Árabe en Mauritania fue el hecho de que ésta no fue monopolizada por un solo movimiento, sino que contó con una heterogeneidad de protagonistas y peticiones. Siguiendo la estela de otros países árabes, las agrupaciones islamistas, en este caso el partido Tawassoul, también estuvieron presentes en las protestas. Sin embargo, tras las elecciones legislativas de 2013 y presidenciales 2014, tildadas de poco transparentes y llenas de irregularidades, no se ha logrado la democratización esperada. El país sigue manteniendo su anterior régimen autoritario, en el que los partidos cuentan con poco arraigamiento social y la oposición es incapaz de mantener una posición común de boicot al dominante UPR.
Analistas y co-redactores: Ana Cobano, Amin Lejarza y Bianca Carrera
Internacionalista. Dedico mi tiempo al activismo interseccional a favor de todo tipo de derechos sociales. Hace un año empecé mi trayectoria profesional con una investigación sobre el conflicto kurdo, paso que me llevó a estudiar meticulosamente las situaciones de los pueblos en Oriente Medio y África, donde espero poder especializarme en el futuro. Colaboro, además de, con Relaciónateypunto, con Puerta de África.