Cuestiones sin resolver respecto a la violencia sexual en la República Democrática del Congo
La República Democrática del Congo (RDC) ha sido nombrada “capital del mundo de las violaciones”, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, apunta que la violencia sexual es un crimen brutal, cuyas principales víctimas, a pesar de que también afecta a los hombres, son las mujeres y los niños.
Contexto histórico
La historia del país representa una parte esencial de las causas de raíz de las principales problemáticas que hoy en día continúan habiendo en el Congo. Es por ello, que su pasado es responsable de que la presente construcción social y sus diferentes políticas de explotación permitan que la violencia siga tan activa actualmente. A pesar de que es cierto que África Central experimentó cambios importantes entre 1870 y 1885, como apunta Van Reybrouck en su libro “Congo: Una historia épica”, hay una desagradable tendencia en creer que el inicio de su historia empezó con la llegada de “Stanley” (década de 1870).
En 1885, con la Conferencia de Berlín, formalmente se reconoció la soberanía del rey Leopoldo II de Bélgica en que él mismo llamó “Estado Independiente del Congo”. En 1908, debido a las atrocidades cometidas contra los congoleños y las sistemáticas explotaciones de los recursos naturales, la crisis interna y externa que se desarrolló lo forzó a dejar la colonia congoleña en manos del Estado belga. Hasta su independencia, en junio de 1960, toda el área que incluía el “Congo Belga” y Ruanda-Burundi fue tratada como una única colonia: con una actitud paternalista por parte de la metrópoli e imponiendo estructuras burocráticas, obligando a los congoleños a trabajar en condiciones muy duras, con impuestos altísimos y sin permitirles desarrollarse. Todo esto no contribuyó para nada a remodelar la sociedad ni su economía.
Como T. Marshall destaca en su libro “Prisioneros de Geografía”, las modernas guerras civiles del pasado reciente y del presente han sido causadas, en parte, por la estructura de poder que en su momento impusieron los colonizadores belgas, que provocó un vacío de poder. Al independizarse, el país volvió a cambiar de nombre por “República del Congo”. Patrice Lumumba, líder del partido unitario “Movimiento Nacional Congoleño (MNC)”, ganó las primeras elecciones en coalición con el partido federal “Alianza de Bakango (ABAKO)” y se convirtió en Primer Ministro. 5 años más tarde (en 1965) Mobutu Sese Seko se proclamó presidente, quedándose en el poder durante 32 años, volviendo a cambiar de nombre al país en 1970 por “Zaire”. Durante ese periodo, que fue caracterizado por el declive de la estabilidad política y por las extensas violaciones del Derecho Internacional, tuvieron lugar 2 incidentes muy relevantes: el Genocidio de Ruanda (en 1994) y, consecuentemente, 2 largas y duras guerras civiles, la 1ª (entre 1996 y 1997) y 2ª Guerra del Congo (desde 1998 hasta el 2003).
En 1997, cuando Laurent-Desiré Kabila destronó a Mobutu, volvió a cambiar el nombre del país por “República Democrática del Congo” (que se mantiene hasta ahora), aunque oficialmente no se consideró verdaderamente democrático hasta 2006 cuando Joseph Kabila (su hijo) se convirtió en el primer líder elegido democráticamente.
Después de un largo periodo de mucha inestabilidad, grandes conflictos y una gran violencia sistemática en el país, con el impacto duradero que todo esto supuso, la guerra finalmente acabó de manera oficial en julio de 2003 fruto de distintos acuerdos de paz como el de “Sun City” o “Luanda”, y abrió un periodo de oportunidades de transición y cambios en el país. No obstante, su estructura estableció un reparto de poder que permitía a los grupos rebeldes formar parte.
Finalmente, las últimas elecciones, celebradas el pasado enero de 2019, han demostrado que se perdió la oportunidad de una transición y el cambio transformador necesario para el país. Han sido consideradas como una derrota para su democracia, estabilidad y reconstrucción. Además, retos de salud, como la epidemia del Ébola, han complicado poder salir de la crisis.
Violencia Sexual como arma de guerra
A pesar de los muchos intentos y esfuerzos para acabar con la violencia en el Congo, la realidad muestra que no solo no ha sido resuelta, sino que se está intensificando. Asimismo, la violencia ha sido reconocida internacionalmente como un problema en la salud pública que debe ser atajada con responsabilidad y conscientemente de las graves consecuencias que produce.
“Arriesgarse a ser violada o morir de hambre”
La violencia sexual, muy extendida en el Este del Congo (aunque no exclusivamente en esa zona), resulta un grave problema para toda la sociedad. Los civiles, especialmente las mujeres y los niños, son vistos como principal objetivo para atacar de forma desproporcionada. Sufren en silencio múltiples abusos, en diversas formas y contextos, por el miedo de ser estigmatizadas, excluidas socialmente o reprimidas. Su impacto físico y psicológico es increíblemente alto, agravando las consecuencias a largo plazo.
Además, en tiempos de conflicto la población civil es utilizada como arma de guerra, una táctica militar que sirve para combatir mediante la humillación y la desmoralización de sus víctimas, destrozando familias y desbastando comunidades enteras.
Económicamente, las mujeres en la RDC son fundamentales en la subsistencia de la agricultura, por lo que atentan directamente contra sus familias, siendo consecuencia de ello el incremento de la pobreza y la malnutrición. Después de ser violadas tan brutalmente, a causa de la destrucción que les supone a sus órganos, muchas no pueden trabajar.
También es evidente que los niños nacidos como consecuencia de una violación muy habitualmente son vistos como recordatorio de una experiencia traumática y, muy a menudo, tienen problemas en ser reconocidos como ciudadanos, ya que al ser rechazados por las parejas de las mujeres violadas no tienen el apellido del padre y, por tanto, no tienen acceso siempre a los servicios más básicos. Otra consecuencia muy relevante a largo plazo es la educación: muchos tienen que sacrificar ir a la escuela y aprender por miedo e inseguridad.
Lecciones necesarias
Hace 10 años, la delegada de Naciones Unidas para la Violencia Sexual, Margot Wallström, señalaba que la violencia sexual se debe entender como un problema de seguridad. No es una consecuencia inevitable de la guerra, pues los abusos sexuales están premeditados antes. Y, por tanto, para atajar la problemática para la seguridad global es necesario lograr una responsabilidad colectiva que haga frente a todos sus retos relacionados. El líder congoleño Martin Fuyulu también está convencido de que el cambio necesario no se produce en la zona de confort, lo que significa que más esfuerzos efectivos y sin dejar de manera incompleta son necesarios para evitar caer en lo que muchos expertos se han referido como “el miedo de olvidar”.
En el Este del Congo los abusos sexuales de todo tipo son utilizados diariamente para subyugar a toda la población y aterrorizar a comunidades enteras con el objetivo de hacerlas más vulnerables. Su impacto siempre es enorme, pero en situaciones de conflictos y guerra todavía se amplifica más. Y es evidente que la impunidad representa un obstáculo clave para desescalar los niveles de violencia.
La violencia sexual está matando a toda la población, porque un padre puede violar a su hija, un hermano a su hermana o un soldado militar violar a la víctima que debía proteger”.
Naciones Unidas
Una nueva mirada
Teniendo en cuenta las largas décadas de inestabilidad y todos los acuerdos y esfuerzos incompletos hasta ahora, resulta bastante complicado predecir a medio o largo plazo una visión optimista de la situación de los derechos humanos en la RDC. Sin embargo, algunas advertencias, como acabar con el silencio de las víctimas, el gran poder de transformación que tiene la educación y el conocimiento, incluir a más mujeres en la construcción de paz o acabar con la impunidad y establecer un sistema de justicia fuerte, pueden abrir una trayectoria distinta y muy constructiva.
En primer lugar, es importante destacar que el objetivo de los perpetradores de la violencia sexual es anular el espíritu de sus víctimas para así debilitarlas provocándoles el estigma social que conllevan dichos abusos. El doctor Denis Mukwege afirmó que el silencio es el mejor aliado de la violencia sexual. Por tanto, escuchar las voces de aquellas personas que “no tienen voz” es crucial, ya no solamente para visibilizar, sensibilizar y denunciar la violación de derechos humanos, pero también para ayudarles a reconstruir sus vidas.
También es importante saber que actualmente en el Congo las escuelas son consideradas como uno de los objetivos fundamentales de los perpetradores. Esto demuestra lo que muchos activistas, como Malala Yousafzai, llevan diciendo mucho tiempo: la educación tiene mucho más poder que cualquier otro acto violento que podríamos tener. Por tanto, tener claras las líneas de la periodista y activista Caddy Adzuba es muy importante: si no se invierte en educación, se está preparando la bancarrota de la sociedad entera.
Asimismo, la evidencia hasta ahora demuestra que aplicar una perspectiva de género y, por tanto, incluir a las mujeres en los procesos de construcción para la paz, realmente multiplica la efectividad de resolución de conflictos y violación de derechos humanos y, además, añade una capacidad de coraje y de protección hacia las víctimas. Es por ello que incrementar su presencia puede tener un impacto muy positivo para garantizar los derechos fundamentales.
Finalmente, acabar con la impunidad, es decir, establecer justicia en la sociedad es vital para evitar que aquellos que cometen crímenes o violaciones de derechos humanos no tengan consecuencias. La cuestión de la impunidad y la lucha contra el abuso del poder siguen siendo una de las principales amenazas para la RDC en este momento. Por tanto, no se debe permitir que se cometan estas atrocidades, y menos sin castigo.
Libros recomendados: The trouble with the Congo: local violence and the failure of international peacebuilding, de Séverine Autesserre y Congo: una historia épica, de Van Reybrouck.
25 de noviembre de 2020, ¿ha cambiado algo realmente?
Es evidente que la problemática de la extendida violencia sexual en todo el país es ya muy conocida y ha estado inmensamente documentada, pero es habitual también encontrarse con narrativas que (sobre) simplifican la situación. Contrario a lo que se tiende a pensar de manera generalizada, no es un fenómeno exclusivo en la parte del Este del país, ni que se deba a una única causa, aunque este artículo se ha centrado principalmente en la violencia sexual que sufren principalmente las mujeres y niños en esta zona de la RDC.
Hoy, 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, representa una oportunidad para visibilizar el problema que existe (también en otras partes y contextos del mundo) y sensibilizar a la gente para que conozcan su problemática, con el objetivo de que exijan a sus representantes de todo el mundo una actuación real y efectiva, ya que la violencia (y en concreto, la sexual) representa un grave obstáculo para la seguridad global.
Ante contextos donde la violencia es tan intensa, extendida y utilizada como herramienta para debilitar al “enemigo”, vulnerando a la sociedad entera, es imprescindible mantener una mirada crítica, pero también constructiva. A pesar de que el primer paso es conocer la realidad con el objetivo de cambiarla, Aldekoa destaca que es irreprochable lo excepcional que es el país, ya que “hay congoleños como el doctor Mukwege que trabajan para miles de mujeres dignas y no piensan abandonar la lucha”.
Libro recomendado: Un manifiesto por la vida, Denis Mukwege.
Graduada en Global Studies por la Universidad Pompeu Fabra, especializándome en Paz y Conflictos. Me apasiona la política internacional y creo en la educación como herramienta fundamental del cambio. Mi tiempo libre me encanta dedicarlo a la lectura, viajar y escribir. También disfruto de una buena conversación y aprendiendo de las diferentes perspectivas.