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Estados Unidos y China en América Latina

Aún cuando la relación entre Estados Unidos y la región latinoamericana no es una relación natural – se basa más en la necesidad que en la afinidad por simplificarlo de algún modo – es cierto que históricamente ha sido el principal socio comercial y aliado de la mayoría de los países de América Latina. Sin embargo, desde hace algunos años, esto parece estar cambiando. El giro hacia China de muchos de los países tanto del sur como del centro del continente americano debería estar despertando las alarmas de Estados Unidos; aunque, a decir verdad, tendría que haberlas despertado hace mucho. Da la impresión de que Estados Unidos ha pecado de excesiva confianza y de cierto descuido de una región que es estratégica para su hegemonía, tanto en términos económicos como geoestratégicos. Hablemos de Estados Unidos y China en América Latina.

En su libro The World, publicado en 2020, Richard Hass escribe que los países de la región son sumamente importantes estratégicamente para Estados Unidos dada su relativa estabilidad y la relación positiva entre este y aquellos. Esto, según Hass, potencia la capacidad de Estados Unidos para ser una gran potencia y le da el raro lujo de poder centrar su atención en otras zonas. 

El primer punto, es decir, la relativa estabilidad de la región, si bien es debatible, es cierto que no tiene el nivel de convulsión de, por ejemplo, África; como tampoco presenta las amenazas terroristas de otras latitudes, ni riesgo de proliferación nuclear. Tampoco existen graves conflictos territoriales. Entonces, ¿cuál es el problema que Estados Unidos parece no ver? La respuesta se puede dividir en dos, aunque lo cierto es que la división de estos factores es irreal, pues los dos actúan juntos y, en los hechos, es casi imposible separarlos. Los dos factores son el político y el económico.

Comencemos por el político. Como ya he mencionado, la relación entre Estados Unidos y América Latina no es una relación natural. Siempre ha existido más necesidad que afinidad en esta relación. Esto es algo que señala Tim Marshall en su libro Prisoners of Geography de 2015. Para este autor, los países latinoamericanos no tienen una afinidad natural con Estados Unidos y la relación entre ambos surge de la Doctrina Monroe de 1823. Esta doctrina advertía a Europa, en caso quisiera reconquistar sus antiguos territorios, que América Latina era el patio trasero y esfera de influencia de Estados Unidos. Ahora bien, como continúa señalando Marshall, es esta falta de naturalidad en la relación – falta de calidez para usar sus palabras – la que hizo que, cuando China tocó las puertas de la región, estas se abrieron inmediatamente. 

Hoy, esta falta de naturalidad en las relaciones Sur/Norte es más apreciable aún. Tomemos en cuenta una frase de Diosdado Cabello a propósito de las revueltas que hubo en Chile en 2019 y que llevaron a la convocatoria a una asamblea constituyente y a las que se sumaban revueltas similares en Perú, Argentina, Ecuador y Honduras. Entonces, este importante personaje del chavismo dijo que lo que estaba pasando era “apenas la brisita, y viene un huracán bolivariano”. Pues bien, si echamos una mirada a cómo esta izquierda “bolivariana” está tomando el poder en varios países de la región y la afinidad de esta con China y su rechazo al “imperialismo” de Estados Unidos, podremos fácilmente ver por qué este último debería preocuparse. Es claro que está perdiendo esa esfera de influencia que antes tenía.

Ahora, es cierto que, para Estados Unidos, perder influencia sobre algunos países de la región puede no significar mucha alarma. Sin embargo, dos cosas sí deberían encender esas alarmas. La primera es que finalmente fue cierto y esa brisa se está comenzando a transformar en un huracán. Ya no es solo Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua; ahora a estos – salvo Ecuador que ha dado un giro a la derecha – se les debe sumar México, Perú, Argentina, Honduras, seguramente Chile pronto, así como Colombia, Paraguay y probablemente sigamos sumando. Además, hay que sumar también regímenes que, si bien no pertenecen a esta izquierda “bolivariana”, son regímenes populistas que han encontrado en China un aliado más flexible, más accesible y menos preocupado por cuestiones democráticas o por derechos humanos; por ejemplo, el régimen de El Salvador. Esto supone para Estados Unidos perder influencia en el territorio en el que él mismo se encuentra y, cuando despierte y reaccione, se encontrará con China cada vez que mire para abajo. 

El segundo aspecto es el económico. En Sudamérica, China ha desplazado a Estados Unidos como principal socio comercial. Una muestra de esto es que, por ejemplo, el 78% de la soja de Brasil y el 41% del cobre de Chile son importados por China. Además de esto, China – esto es ya conocido – tiene enormes proyectos de infraestructura en la Región. Pero no solo eso; también está prestando grandes sumas de dinero a algunos gobiernos, como el caso de Venezuela o Argentina

En Centroamérica, si bien las relaciones comerciales aún no son tan profundas como al sur, China está atrayendo cada vez más países centroamericanos para sí y arrebatándoselos a Estados Unidos. Para esto, es importante resaltar la importancia de Centroamérica para China. Es esta parte de la región la que le puede abrir paso entre océanos. Para esto, Panamá – aunque permanece bajo la influencia de Estados Unidos – es una pieza clave a la cual apunta China. Luego del fracaso del proyecto del canal en Nicaragua, China dirige sus esfuerzos hacia Panamá y no son secretos los proyectos de infraestructura que ya tiene ahí.

Finalmente, mirando hacia el norte, las cosas no pintan mejor para Estados Unidos. Es cierto que la relación con México siempre ha sido especial, sobre todo en materia de seguridad. Sin embargo, AMLO se ve cada vez más inclinado a fortalecer y estrechar lazos con China. Esto puede inclinar el campo de juego a favor de China, lo que significaría un gran riesgo para la seguridad de Estados Unidos. México podría estar viendo en China a un proveedor alternativo de equipamiento y consejo en su lucha contra los cárteles.

Hay un punto más que es importante señalar. China no solo está invirtiendo en proyectos de infraestructura e importando buena parte de la producción de los países latinoamericanos. Tampoco se trata solo de simpatías políticas. Beijing viene vendiendo o incluso donando armamento a algunos países como Uruguay, Colombia, Chile, México o Perú. Esto es importante a pesar de que la provisión de armas chinas es relativamente pequeña, pues se trata de un complemento a los esfuerzos de China por ganar más países para sí y arrebatarlos de la influencia de Estados Unidos.

Mientras China ocupa sus esfuerzos en estas acciones estratégicas, ¿qué hace Estados Unidos? O, para plantear una pregunta de acuerdo con el título de este artículo, ¿cuál es el error estratégico de Estados Unidos? A mi parecer son dos los errores. Uno relacionado a la relación directa con China y otro con respecto a la relación con los países de América Latina.

Con respecto al primero, la política de Biden con respecto a China parece no ser la adecuada. Empezando porque su enfoque comienza por querer recomponer la fractura política interna con una suerte de Pearl Harbour económico, lo cual es ya un error de cálculo. Otro error en la política de Biden con respecto a China es plantear una división casi maniquea entre autoritarismo chino y democracia estadounidense. En esto, se esfuerza por convencer que China es el malo en lugar de resaltar los valores democráticos y libertades económicas que supuestamente representa y que siempre dice haber defendido Estados Unidos. Esto hace que los esfuerzos se concentren en China y no en ellos mismos, al contrario de China que se tiene a sí mismo como centro. Además, esta guerra comercial que viene de Trump y que Biden ha continuado – a pesar de haberla criticado tanto en campaña – y que ha convertido además en tecnológica parece olvidar un aspecto que los chinos no descuidan. Este aspecto es el político. Estados Unidos está jugando monopolio mientras China está haciendo política.

Con respecto a la relación entre Estados Unidos y Latinoamérica, el error del primero consiste en continuar como si nada pasara. Sigue creyendo que puede concentrar sus esfuerzos en zonas más lejanas sin ver lo que está pasando en su propio continente. Esto hace que no esté prestando suficiente atención a las relaciones políticas con quienes comparten el continente con él, en tanto que China no pierde la oportunidad para ocupar el espacio que Estados Unidos va descuidando. Básicamente, el problema está en que siguen pensando en términos de 1823 a una América Latina de 2021, olvidando además el carácter, digamos, artificial de su relación con estos países.

China, por muchas de sus medidas económicas, además de su juego político, acabará convirtiéndose en una fuerza dominante haga lo que haga Estados Unidos. Tendrá pronto la mayor economía y es ya la mayor en términos de poder adquisitivo. Es el mayor socio comercial e importador de bienes, de hecho, es el mayor socio comercial de casi el doble de países que Estados Unidos. Si a esto le sumamos el juego político y la desidia de Estados Unidos en la región latinoamericana, podemos decir que es más que evidente que China acabará relegándolo a un segundo puesto. A esto solo me queda agregar una frase de Jesús Núñez, quien fuera mi profesor en el Máster en Asuntos Internacionales. La frase es la siguiente: que China llegue a ser la potencia hegemónica depende más de los errores de Estados Unidos que de sus propios aciertos. De esto parece estar consciente China; Estados Unidos, no.

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