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¿Se prepara Europa para una guerra contra Rusia?

En las últimas semanas hemos sido testigos de una serie de preocupantes declaraciones por parte de distintos líderes europeos.

Mientras la invasión rusa de Ucrania continúa alargándose y los europeos nos acostumbramos y asumimos inconscientemente como normales las noticias sobre avances rusos y contraofensivas ucranianas, los principales presidentes europeos mantienen viva la amenaza impuesta por el expansionismo ruso y las ambiciones geopolíticas de Vladimir Putin.

El presidente francés, Emmanuel Macron, se niega a descartar enviar tropas francesas a Ucrania y avisa que Europa debe prepararse de producirse una escalada en el conflicto, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, acababa una nota de prensa muy personal sobre la posición de la UE ante la guerra con la frase “si queremos paz, debemos prepararnos para la guerra” y el alto representante de la UE para la política exterior y de seguridad común, Josep Borrell, avisa que una guerra amplia en Europa ha dejado de ser una fantasía.

Otros líderes europeos se han sumido a estas declaraciones mientras que la OTAN y otros líderes, mantienen una posición más equidistante, aunque se unen en la preocupación respecto de la gravedad de la situación y la necesidad de un fortalecimiento de nuestras fuerzas de defensa.

A estas alarmantes declaraciones se le suma la desafiante pero vaga narrativa del Kremlin, que se declara militarmente preparada para una guerra nuclear y prometió tratar cualquier envío de tropas estadounidenses como una intervención (sin especificar cual sería la respuesta que prevén para la situación de envío de tropas occidentales en apoyo a Ucrania).

Esta situación nos lleva a preguntarnos, ¿las potencias europeas y, por extensión la OTAN y la UE, se están preparando para una guerra contra Rusia? ¿cómo de probable es que este conflicto bélico se acabe produciendo?

La preparación para una guerra contra Rusia

Para responder a la primera pregunta, debemos obviar las palabras y los discursos y remitirnos a los hechos y datos: el gasto en defensa de los Estados Miembros de la UE, en términos absolutos, se disparó a 295 mil millones de dólares en 2023, el dato más alto de la historia de la organización y que continua una tendencia al alza desde 2015.

No obstante, mientras tanto, el gasto militar sigue sin experimentar grandes variaciones en términos relativos: como porcentaje del PIB, la UE sigue manteniéndose alrededor del 1,5%, al igual que los últimos 20 años, según los últimos datos del Banco Mundial.

Por otro lado, desde enero hasta mayo de este año, la OTAN está realizando su mayor ejercicio militar desde la Guerra Fría: el Steadfast Defender 24, que implica más de 90.000 miembros de las fuerzas navales, aéreas y terrestres de los 32 Estados Miembros de la OTAN, centrándose en proteger el transporte de tropas norteamericanas a través del Atlántico y Ártico y en realizar maniobras de combate de todo tipo en suelo europeo.

Otro hecho clave es la creación de la primera estrategia industrial europea de defensa de la historia de la UE. La Unión Europea, con el reducido gasto militar de sus Estados Miembros, ha estado tradicionalmente poco preocupada por una guerra a gran escala, habiéndose delegado tácitamente esta responsabilidad a la OTAN y, en consecuencia, a Estados Unidos, con lo que los esfuerzos en materia de defensa se han centrado en crear grupos de actuación rápida interoperables que permitan el establecimiento de fuerzas de paz y misiones en el extranjero, nunca para realizar una defensa a gran escala en casa.

Dado que, ante la amenaza rusa, ser capaces de proveer esta defensa parece cada vez más necesario, la UE pretende proporcionar a sus Estados Miembros las herramientas para realizar esta defensa: esta estrategia industrial europea de defensa, centrada en mejorar la competitividad y preparación de la base industrial y tecnológica de la defensa europea bajo el lema de gastar más, mejor, juntos y en Europa.

La estrategia consiste en un programa de la industria de defensa europea con un presupuesto de 1.500 millones de dólares destinados a incentivar la producción conjunta y colaborativa entre productores, un ecosistema institucional para facilitar la cooperación entre los Estados Miembros, que incluye reuniones regulares entre miembros de la industria de defensa, alto personal de la UE y representantes de los Estados Miembros para fomentar la inversión y producción así como una estructura para un programa de armamento europeo que favorezca la financiación y, finalmente, incentivos para la exportación de armas.

La UE prevé un incremento en el gasto en defensa, así como una necesidad de mayor preparación bélica, un aumento de la demanda de armamento a la que la oferta debe responder: a través de esta estrategia, pretende crear un marco institucional y regulatorio para asegurarse que el sector privado tenga las herramientas para satisfacer esta demanda.

No obstante, debemos evitar encerrarnos en un debate de blanco contra negro: si bien estos hechos apuntan, efectivamente, hacia un mayor rearme, hacia una mayor voluntad de usar sus tropas y una preparación para la guerra, no debemos olvidar que solo podemos entender estos datos en un contexto relativo.

El aumento en defensa de los Estados Miembros de la UE ha aumentado, pero no significativamente si tenemos en cuenta que aún sigue, por lo general, por debajo del objetivo de 2% del PIB establecido por la OTAN.

Incluso si la OTAN está realizando ejercicios militares a gran escala, la presencia de tropas estadounidenses en el continente no ha aumentado significativamente, incluso si la UE ha puesto en marcha una estrategia para potenciar su industria militar, aún no ha establecido instrumentos de financiación para la compra masiva de armas.

Incluso si estamos aumentando nuestras capacidades militares ante un futuro incierto representado por Rusia como adversario geopolítico, no nos estamos preparando, o al menos estos hechos no nos permiten deducirlo, para una segura e inminente guerra con Rusia. A pesar de ello, no obstante, tampoco nos permiten descartar esta eventualidad.

La posibilidad de una gran guerra

Para tratar de predecir si el conflicto actual escalará hasta una guerra a gran escala hemos de pensar en incentivos, un Estado solo irá a la guerra si piensa que ganará más de lo que puede perder.

Rusia comenzó esta guerra para ganar una mayor hegemonía en Europa del Este, fortalecer el liderazgo de Putin y detener la expansión de la OTAN.

Evaluando el impacto de las sanciones internacionales, Moscú jamás habría entrado a la guerra sabiendo que esta iba a reportar mayores perjuicios que beneficios. Debemos pensar, por lo tanto, ¿Qué motivaría a los actores europeos entrar en esta misma guerra? ¿Qué hay que ganar?

Para Europa occidental y sus aliados, Rusia representa una claro adversario, su expansionismo territorial y preocupación por extender su esfera de influencia amenazan directamente los intereses geopolíticos occidentales: su rechazo a respetar los elementos más fundamentales del derecho internacional ataca el sistema internacional basado en normas que promueve la UE, su anexión de territorios europeos amenaza directamente la integridad territorial de Estados Miembros de la UE y de la OTAN, su desafío al liderazgo internacional de Estados Unidos cuestiona el orden internacional pro-occidental favorable a la UE y la OTAN y sus ambiciones diplomáticas y geopolíticas en Oriente Próximo y África chocan con los intereses occidentales en las mismas, como es el caso de los estrechos vínculos de Moscú con Teherán y el gobierno sirio de Bashar al-Ásad.

Los intereses occidentales están inherentemente ligados a evitar la expansión del territorio ruso, de su esfera de influencia y, en condiciones ideales, acabar con el gobierno dictatorial de Vladimir Putin. En la medida en la que una derrota rusa en Ucrania pueda llevar a esto, así como al fortalecimiento del gobierno pro-occidental en Kiev, los gobiernos europeos estarán determinados a ayudar al ejército ucraniano a defenderse.

No obstante, como decíamos, debemos hablar de beneficios y perjuicios en conjunto, hasta ahora la guerra de Ucrania y los apoyos internacionales han alcanzado un equilibrio entre las partes, las potencias occidentales envían financiación y materiales al ejército ucraniano que han logrado debilitar y ralentizar sustancialmente al ejército ruso, con el único perjuicio de haber recibido una condena por parte de Rusia y un mayor distanciamiento entre Moscú y la alianza de Washington y Bruselas.

La cuestión de una guerra a mayor escala solo puede producirse en la situación de una escalada del conflicto, a raíz de una situación que cambie fundamentalmente el statu quo de la guerra, o bien un gran avance ruso que amenace con la completa rendición de Ucrania o bien una, muy improbable, contraofensiva ucraniana increíblemente exitosa que amenace la supervivencia del régimen de Putin, llevando a este al uso de armas de destrucción masiva (algo muy improbable por las desastrosas consecuencias que esto puede desatar contra el mismo Putin, incluso entre su población).

Pensando en el primero de los casos, el más probable, las potencias occidentales deberán preguntarse si deben aumentar su apoyo a Ucrania, mediante, por ejemplo, el envío de tropas europeas y/o norteamericanas al frente, que, en suficiente escala, podrían derrotar a las fuerzas rusas.

El beneficio de este apoyo ya está claro, garantizar la derrota rusa con todo lo que ello puede implicar, ya hemos explicado los incentivos europeos para apoyar a Ucrania en esta guerra, pero en esta situación, los perjuicios serían muy distintos. Por un lado hemos de mencionar el poco apoyo popular por parte de la ciudadanía a luchar en el frente, por otro, y principalmente, a la respuesta rusa a este envío de tropas.

Como ya mencionábamos a inicios de este artículo, Putin ha sido intencionalmente vago al hablar de este supuesto hipotético, limitándose a calificar este posible envío de tropas como una “intervención”, en todo caso sugiriendo una respuesta proporcional por parte de su gobierno, esto incluiría una mayor movilización militar rusa hacia el frente ucraniano, casi sin ninguna duda, que aumentaría las muertes entre las fuerzas occidentales, debilitando la popularidad de la guerra en Bruselas y Washington así como, críticamente, en aquellos Estados Miembros de la OTAN y la UE que se opongan a esta intervención.

Más allá, quedan probables ataques directos por parte de Moscú a aliados o a intereses geopolíticos occidentales que a su vez podrían provocar una respuesta, que a su vez provoque otra, llevándonos a una escalada de tensiones que solo puede recordarnos a los momentos más críticos de la Guerra Fría.

A pesar de esta catastrófica, pero posible, escalada, la posibilidad de una guerra abierta entre la OTAN/UE y Rusia es muy poco probable, por el mismo motivo que a pesar de las escaladas de tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética en la Guerra Fría, estas superpotencias no acabaron en una guerra abierta: El armamento nuclear.

Desde que tenemos acceso a la bomba atómica, jamás en la historia se ha producido un enfrentamiento directo y a gran escala entre potencias nucleares.

Volviendo a los beneficios y perjuicios de declarar una guerra, cuando una guerra convencional pasa a ser una guerra nuclear, los beneficios de guerrear se reducen drásticamente y los perjuicios de hacerlo se multiplican exponencialmente.

Estados Unidos, Francia y Reino Unido, las potencias nucleares de la OTAN, pueden, con apretar un botón, destruir la práctica totalidad del ejército ruso, sus infraestructuras, su liderazgo y su población, del mismo modo que Rusia, con apretar un botón, pueden destruir la práctica totalidad de los ejércitos occidentales, sus infraestructuras, sus liderazgos y sus poblaciones, prácticamente causando el fin del mundo tal y como lo conocemos.

¿El resultado? La destrucción mutua asegurada.

Las consecuencias de un desastre nuclear de esta escala serían tan enormes para todos los implicados que ninguno de ellos tiene ningún interés en acabar en una guerra abierta, donde las armas nucleares puedan llegar a usarse. Esto es lo que hace la guerra entre la OTAN y Rusia muy improbable.

En conclusión, la improbabilidad de la guerra abierta no significa que escaladas de tensión de distinto tipo se puedan producir.

Es posible que soldados occidentales luchen en Ucrania, es posible que Rusia responda con fuerza a ello, del mismo modo que es también posible que con el progresivo deterioro de las fuerzas en combate, el conflicto acabe en un eterno alto al fuego, o con un tratado de paz que ambas partes llamen victoria mucho antes que las tropas occidentales pisen territorio ucraniano.

La cuestión fundamental es entender que forma tendrán las relaciones entre occidente y Rusia en el futuro, si una distensión es posible, o si el futuro nos depara una nueva Guerra Fría entre Occidente y un eje Moscú-Pekín o, incluso, si veremos una Guerra Fría de tres bandos enfrentados.


[1] https://www.politico.eu/article/im-right-about-not-being-specific-macron-says-doubling-down-on-strategic-ambiguity/

[2] https://www.reuters.com/world/europe/frances-macron-says-europe-must-be-ready-war-if-it-wants-peace-2024-03-14/

[3] https://www.euractiv.com/section/defence-and-security/opinion/if-we-want-peace-we-must-prepare-for-war/

[4] https://www.ft.com/content/0c0482f3-ee5f-42f8-9469-7f82c4ad4c17

[5] https://www.newtral.es/ue-guerra-rusia/20240316/

[6] https://www.reuters.com/world/europe/putin-says-russia-ready-nuclear-war-not-everything-rushing-it-2024-03-13/

[7] https://www.courthousenews.com/eu-defense-spending-to-reach-record-295-billion-in-2023/

[8] https://data.worldbank.org/indicator/MS.MIL.XPND.GD.ZS?locations=EU

[9]https://www.nato.int/cps/en/natohq/222847.htm#:~:text=Steadfast%20Defender%2024%20is%20NATO’s,people%20safe%20for%2075%20years.

[10] https://www.csis.org/analysis/european-union-charts-its-own-path-european-rearmament

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