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¿Es el autodenominado Estado Islámico un Estado?

Durante la última década el papel del grupo yihadista Estado Islámico ha sido muy activo en la agenda internacional, generando polémicas entre los académicos que trabajan sobre los límites de los actores no estatales y la complejidad del Estado como unidad principal de análisis en el sistema internacional. Para entender cómo surgió es necesario remontarse a los atentados del 11 de septiembre y la posterior invasión de Irak por la coalición de países (Australia y Reino Unido, entre ellos) liderada por Estados Unidos; que acabaría derivando en una gran inestabilidad política y una lucha de poder sin fin en la zona.

La metamorfosis del Estado Islámico tiene su base en Al Qaeda, que les reconoció, en el 2004, como filial oficial del grupo en Irak; además de en su fundador, Abu Musab Al-Zarqawi, de origen jordano, que fue una figura clave en la historia, ideología y estrategia de años posteriores. Se posicionaba en el salafismo yihadista y organizó diversas acciones contra los que él consideraba enemigos del Islam. Afirmaba que los kafir (infieles) pertenecían, incluso, a la misma umma (comunidad musulmana). Esto generaría muchas tensiones entre la población del Medio Oriente. A pesar de su muerte en el 2006 el legado de Al-Zarqawi continuó. El entonces recién formado Estado Islámico de Irak absorbió diversos grupos extremistas yihadistas, abriendo, así, paso a una rivalidad de liderazgo con Al-Qaeda.

A inicios del 2010 su existencia peligró, sufrió la pérdida de territorios y enfrentó grandes daños por ataques estadounidenses. No obstante, las revueltas causadas por la Primavera Árabe facilitó la reorganización y una brutal expansión hacia Siria. Abu Bakr Al-Bahdadi tomó el control de este referente global del yihadismo y, después de ocupar Mosul, declaró el califato en el 2014. Su proclamación como líder indiscutible del mundo islámico fue bien recibida por miles de extremistas que acabarían viajando a Siria e Irak para unirse al llamado.

¿Por qué se autodenominan Estado?

La imagen que pretenden mostrar al mundo es la de que son un Estado. Pero, ¿por qué? ¿Ostenta alguna característica para definirse así? El término “Estado” es usado ampliamente en Occidente desde el siglo XV. Es una organización política y un actor dominante y principal en la conducción de las relaciones internacionales. Apreciación indiscutiblemente aceptada, pero que sigue generando confusión. El Estado no deviene un concepto y descripción fija, sino todo lo contrario, es controvertido y abierto a debate. Para unos el Estado es la única forma de organización política en que se puede vivir, mientras que para otros es, incluso, una herramienta de opresión. A pesar de los diversos estudios de académicos realizados hasta la actualidad,  aún no se ha llegado a un consenso único, abriendo paso a la profundidad en la investigación de este fenómeno, que pasa por las preferencias, cultura e ideología de los teóricos.

Para John Hoffman, la estructura contradictoria, problemática y variada del Estado juega un rol muy importante en el origen de la dificultad de definirlo. Por otra parte, Platón, una de las figuras más importantes del pensamiento occidental, afirmaba que el Estado es el único capaz de armonizar y dar consistencia a las virtudes individuales del hombre, de liderarse por filósofos, ser apoyados por guerreros y salvaguardar al pueblo. Asimismo, para Farabi, importante filósofo del mundo islámico, el Estado es una estructura que solo puede establecerse de la mano de gobernantes con principios morales, siempre teniendo en cuenta el camino dado por Dios. Por su parte, Thomas Hobbes, defensor de la teoría del contrato social, hace una representación metafórica del Estado con el “Leviatán”, descrito como una persona artificial cuyo cuerpo está formado por la suma de sus ciudadanos. Mediante un contrato social los miembros gozarán de seguridad y protección por parte del Estado soberano.

A pesar de los diferentes enfoques sobre qué es el Estado hay elementos comunes y necesarios según el Derecho Internacional para definirlo así. Según la Convención de Montevideo de 1933, un Estado debe reunir (I) una población permanente, (II) un territorio determinado, (III) un Gobierno, (IV) y capacidad de entrar en relaciones con los demás Estados. Es decir, que sea reconocido como tal por la comunidad internacional. ¿Cumple el ISIS alguno de estos requisitos? Veamos:

No es posible establecer un Estado sin una comunidad humana, sin población. Y es esencial que esta esté dispuesta a organizarse bajo este modelo y de someterse al poder de una determinada autoridad. En la mayoría de los casos la población comparte vínculos religiosos, raciales y culturales. Al declarar el califato, el Estado Islámico buscó una sociedad homogénea unida por el deseo de vivir bajo la supuesta auténtica y pura autoridad islámica. Al ser ocupados los territorios de Siria e Irak su pueblo no tuvo plena capacidad de decidir. Unos eligieron si quedarse o no, otros no tuvieron opción. Algunos se adherieron al DAESH por coacción y pocos voluntariamente. Aproximadamente 30.000 combatientes ingresaron durante su apogeo en 2015, y, aunque la mayoría provenían de países árabes, es importante reconocer que un considerable número lo hizo de Estados miembros de la Unión Europea y de Estados Unidos.

La religión juega un rol interesante. Se dice por parte de la doctrina que la población que aceptó vivir en el autodenominado Estado Islámico lo hizo por afiliaciones religiosas, y en parte, es verdad. Muchos musulmanes conservadores no creen en la separación religión – Estado y aceptan la ley islámica como la única capaz de garantizarles una vida ordenada, Sin embargo, también existe otro motivo: el anuncio del Califato se hizo a una población azotada desde siempre por la destrucción de las guerras, que con esta proclamación se sintió segura y decidió aceptarlo. El Daesh, teniendo bajo control a aproximadamente 10 millones de personas se acercó a la noción de ciudadanía, sin embargo, el genocidio contra los kurdos yazidis son uno de los muchos abusos que alejan el concepto de este territorio.

En el mundo existen Estados con territorios continentales como el de Rusia (17.1 millones km²), o minúsculos como el del Vaticano (0,44 km²), demostrando así que la extensión territorial no está sujeta a una medida mínima. En el caso del Estado Islámico, durante la última década llegó a controlar un territorio comparable al de Portugal, extendido desde el Oeste de Siria hasta el Este de Irak. Mediante su lema “Permanecer y expandirse” (Baqiyya wa tatamaddad) se convirtió en una amenaza para la ya débil soberanía de Siria e Irak, llegando, incluso, a tomar sus ciudades. Dio inicio, por aquel entonces, el proselitismo con el que impuso en cada territorio conquistado esta interpretación radical del Islam.

La remarcable diferencia entre el Estado Islámico y otros grupos terroristas es la sólida organización territorial aplicada durante sus años de esplendor. Eran conscientes de que la división del territorio en diversas provincias (Wilayah) es clave para la consolidación de sus objetivos. Una de las características de dichas provincias es la estructura no uniforme: en ciudades como Raqqa y Nineve el Estado Islámico poseía el control total del territorio, con una soberanía indiscutible. En otras solo ostentaba un control parcial por la presencia de otros actores activos o simplemente las ocupaban como puntos estratégicos, como las provincias del Cáucaso.

Ver: Federación rusa y yihadismo radical

A pesar de su constante y sorpresivo crecimiento territorial, el Daesh ha perdido grandes e importantes territorios en los últimos años. Probablemente el golpe más brutal para su deseo de gobierno fue la pérdida de su ciudad simbólica de Dabiq, cuyo gran valor radica en la profecía de que sería la ciudad en donde se libraría la batalla contra los infieles y que terminaría con una victoria musulmana. La derrota en esta ciudad debilitó moralmente al Daesh. Si bien el Estado Islámico tuvo una óptima organización de su vasto territorio, gozando de poder sobre este durante un largo periodo de tiempo, aún le faltaba mucho para su consolidación. La pérdida de territorios opacó la administración que tuvo y mostró la vulnerabilidad en su estructura.

Ver: El cementerio de Al Zarqawi: por qué la caída del Califato no supone el final del ISIS

Para cumplir con los propósitos de la población que vive en un determinado territorio es requisito fundamental una debida organización y control de una serie de instituciones que ejercen la soberanía. El gobierno tiene como tarea principal reflejar los deseos estatales, además de ser la entidad encargada de promover los intereses, mantener el orden y evitar divisiones dentro del pueblo. Y esta es el área por la que frecuentemente se miden los Estados; habiendo desempeñado el EI un trabajo sofisticado al respecto. Los vídeos de brutales asesinatos y la propaganda a través de Internet generaron terror por muchos años al mundo. Sin embargo, ¿su estructura solo se diseñó para acabar con vidas?

La poderosa autoridad gubernamental en territorios que ha controlado por años no permitió la anarquía. Bajo un gobierno autónomo este grupo ejecutó funciones asociadas a las de un Estado, financiado por sus grandes posesiones de petróleo e impuestos, principalmente de las minorías religiosas. El contexto de guerra inacabable en este territorio favoreció al Daesh al punto de ser percibido como el “menos malo” de todos. Priorizó la creación de programas y servicios a favor de la población, ganando a corto plazo la simpatía del pueblo, independientemente de la ideología. Y no les bastó con eso, sino que construyeron infraestructuras como presas de agua y repararon plantas eléctricas; lo que genero una gran dependencia a la población.

Otra pieza clave fue la creación de un sistema jurídico basado en una interpretación populista y radical de la Ley Islámica. Prometieron que volverían a los días del profeta Mohammed a través del cumplimiento de las leyes: “no hay mejor Ley, que la de Allah”. Su legislación se encargaba de aplicar penas sobre delitos que, según ellos, aparecen en el Corán como la amputación de las manos por robo, la lapidación o la pena de muerte por adulterio, homosexualidad o blasfemia a Allah y su profeta, entre otros. Es importante incidir que gran parte de la población consideraba estos castigos como efectivos. 

El Estado debe ser capaz de establecer relaciones con los demás Estados del sistema internacional con el objetivo de garantizar su seguridad de poderes externos y fortalecer la continuidad de su existencia. Para el Daesh esto ha sido un área de poco o nada interés. Desde un principio rechazaron rotundamente el orden mundial actual. Para ellos, las actuales fronteras no tienen fundamentos islámicos en lo absoluto, por lo que consideran las fronteras como creación colonial de Occidente. No olvidemos que su entendimiento de califato no solo abarca a los países con mayoría musulmana, sino que buscan imponer un único gobierno mundial musulmán regido por el califa y la Ley Islamica. Sin embargo, a pesar de su deficiente desempeño, ha logrado ser partícipe de procesos internacionales de manera directa. Sus vastas reservas de petróleo han sido exportadas.

Ademas, la adquisición de armamento para la protección y defensa de sus territorios es un tema que involucra de manera polémica a otros Estados. Por ejemplo, se sabe que el 20% de los cohetes antiblindados del Daesh en Irak y Siria fueron fabricados en la UE, lo que indica el desarrollo de un comercio internacional de Estados con el Estado Islámico. 

Ver: Armas europeas para el Estado Islámico

Al inicio nos preguntábamos si el ISIS tenía algún resquicio que lo asemejase a un Estado. Concluimos, ahora que, ni en sus días con más prosperidad , el auto-proclamado califato se acercó a ser uno. Categorizar al Estado Islámico de Irak y El levante (o EI, como pasó a denominarse) no es tan sencillo como parece, aunque para muchos es una simple organización terrorista como Al-Qaeda, llena de fanáticos religiosos, los territorios que conquistó durante la última década, administrados por una gobernanza nunca antes vista en este tipo de grupos nos demuestran que su intención de formar un Estado iba en serio. Su presupuesto envidiable por muchos otros países, adquirido a través de impuestos y el comercio del petróleo aumentó la hostilidad hacia los débiles gobiernos de la región, ganando poco a poco legitimidad y estableciéndose como una alternativa viable para la población.

Sin embargo, la guerra contra docenas de países fue una prueba de fuego de que no obtuvieron resultados positivos. Sufrieron graves pérdidas de territorio y grandes bajas de soldados que debilitó su poder militar. Además, se quedaron sin su ‘califa’ Abu Bakr Al- Baghdadi, quien se quitó la vida con un chaleco explosivo en octubre del 2019 tras una operación de los Estados Unidos. Sin la presencia de su miembro más poderoso, la formación de su ansiado califato no sería posible. Su sueño de formar un Estado duró poco, no tuvieron el poder suficiente para garantizar su supervivencia.

El ISIS alteró la falsa percepción de seguridad de los Estados occidentales, si antes se creía fielmente que los grupos no estatales no podían ser entidades influyentes dentro de los conflictos internacionales, ahora, teniendo en cuenta todo lo ocurrido en los últimos años, sabemos que pueden poner en vilo al orden mundial.

El Estado es y ha sido siempre la unidad principal y soberana, sin embargo, el protagonismo de actores violentos no estatales como el Estado Islámico es una realidad y debemos de estar atentos a sus consecuencias futuras.

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