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Impacto del COVID-19 en la economía española

En cuestión de días, cada habitante del planeta ha conocido el nombre de esta plaga, el “Coronovirus” o “Covid-19” (una labor extraordinaria de los medios de comunicación en materia de difusión).

Todos hemos pasado a ser víctimas de alguna manera de esta enfermedad.

Todos hemos pasado de considerar al pangolín como un animal adorable a tenerle una indescriptible tirria.

Lo que debemos evitar ahora es el paso del crecimiento económico que hemos tenido en los últimos ocho años a una nueva crisis económica.

Lo cierto es que, de momento, no estamos ante una crisis económica, estamos ante un parón económico.

El aislamiento en el hogar ha generado una precipitación del consumo, y el cierre de negocios e industrias enteras marcadas como no esenciales reduce aún más la producción.

Estos síntomas se han dado de forma global, casi como si el virus se hubiera pasado del animal a los humanos, y de los humanos a la economía.

Pero hay regiones obviamente más afectadas.

En parte, esto se debe a que no en todos los países del mundo se está sintiendo de la misma forma la pandemia (o al menos no según las informaciones publicadas).

Sin embargo, esto también se debe al cuándo de este parón.

La época de primavera-verano es temporada de turismo, sobre todo para España, por lo que el cierre de actividad en esta época es especialmente doloroso.

Pero la economía está siendo golpeada por otro flanco, el de los mercados financieros. Estos mercados, tan importantes y útiles como son, también son muy sensibles y retroactivos.

Ante una situación como la que estamos viviendo, están entrando en pánico y reduciendo su compra de activos (los préstamos de dinero en general se evitan, aumentando el ahorro) ante el miedo de no poder recuperar sus inversiones por la parada de los negocios.

Y no acaba ahí, la mala situación de los mercados financieros es otro motivo para los inversores para no invertir, de ahí su retroactividad.

La incertidumbre generada por el virus causa una caída de los mercados financieros, y esta caída de los mercados financieros genera otra por su parte, al reducir los inversores sus expectativas de recuperación en general.

Finalmente, la presión a vender actúa como la presión social.

Si todos están vendiendo y evitando comprar, yo también debo hacerlo aunque no crea que la situación sea tan mala, una lógica bastante desalentadora. Este fenómeno era descrito por el economista Robert J. Shiller como “la segunda pandemia”.

Pero, si habéis leído algún otro de mis artículos (a lo cual os invito a hacer), sabréis que siempre trato las dos caras de la moneda.

¿Hay algo bueno en toda esta situación? Para la economía, no demasiado, siendo sinceros.

Es cierto que en situaciones de crisis, como las guerras, hay crecimiento económico por el auge de la producción en la industria bélica, pero este no es el caso.

Sobre esta última, podemos estar seguros de que va a haber un aumento de financiación y de trabajo en los próximos meses.

Esto siempre es algo de lo que estar agradecido, sobre todo considerando la creciente amenaza de enfermedades de la que estamos siendo testigos, pero también por el lado del auge de actividad que genera, por poco que sea.

Aún con este escueto intermedio de oportunismo que siempre se debe tener (hay que buscar las oportunidades incluso en lo malo), es igualmente importante el dar una visión optimista al lado malo de la crisis, que es sin duda mayor.

Para empezar, repetir que no estamos ante una crisis como la de 2008, sino que esto se trata de una frenada en la actividad.

Lo que deriva de esta situación son pérdidas en el periodo en el que se produzcan, ya que no se obtienen las rentabilidades que se esperaban.

Esto nos dice que las consecuencias sobre el crecimiento tendrán forma de V o de U, en el peor de los casos.

Es decir, la caída de la producción se dará en un momento concreto, con la duración que tenga la parada de la actividad, y se recuperara después, aunque no de forma inmediata.

Expertos dicen que, si la pandemia se controla según las predicciones actuales, la recuperación se dará en el último cuatrimestre del año.

Comparemos ahora con la crisis financiera de 2008.

En ese caso, hubo una ruptura del sistema financiero por la contaminación de este con créditos basura (préstamos que no se podían recuperar, y que estaban extendidos por todo el mundo).

Ello generó destrucción de empresas, muchos bancos entre ellas, que se sostenían sobre estas deudas.

Digamos que estas empresas estaban apoyadas sobre dinero que pensaban que tenían asegurado, pero realmente no existía.

Junto con la burbuja inmobiliaria que estalló, la destrucción de empresas y empleo fue generalizada en el tiempo, pero este virus no presenta el mismo caso, ya que solo parará la actividad en el tiempo que duren las cuarentenas, que esperemos sea poco.

Sin embargo, todo ello puede verse agravado si se suman a esta crisis otras diferentes, como los múltiples conflictos de EEUU (con sus elecciones cercanas, con las tensiones de Irán, o con las tensiones con China, etc). Es entonces cuando habría que preocuparse.

Ahora solo falta saber qué medicina recetar a esta economía enferma.

Tantas son las posibilidades que han generado controversia.

Para empezar, sería conveniente mantener la solvencia de las empresas reduciendo, aplazando o incluso perdonando ciertas deudas (sobre todo en el caso de las numerosas PYMES de España) para que no haya destrucción o contracción de negocios en la medida de lo posible.

En materia de empleo, los ERTEs que se están aplicando son la medida más conveniente, con el objetivo de no dañar ni al empleado ni a la empresa.

Hay quien incluso ha sugerido la compra por parte de estos bancos centrales de deuda privada, a lo que personalmente me opongo, siendo un método demasiado sesgado de apoyo a la economía y difícil de hacer de forma transparente.

Por otro lado, los beneficios fiscales también han sido planteados, pero si tenemos en cuenta los increíbles gastos en los que van a incurrir nuestros gobiernos, no queda claro que esta medida pueda ayudar más de lo que pueda perjudicar.

En el caso de la UE, ha generado conflicto la sugerencia de España de “coronabonos”, un método de mutualizar la deuda de los países más afectados con los países menos afectados.

La liga hanseática (con Holanda y Alemania al frente) se oponen, lo cual es comprensible, considerando que ello implica que estos países del norte paguen por los problemas del sur de nuevo, como en la crisis de 2008, y más aun teniendo en cuenta que el déficit de estos países del sur no ha mejorado como pedía la UE.

Aceptar la petición sería un suicidio político para los gobiernos del norte de Europa, con sus ciudadanos opuestos a tales concesiones.

El MEDE, parece una alternativa más conveniente, un fondo de emergencia del que los países podrán hacer uso sin tener que estar intervenidos o vigilados, mientras cumplan ciertas condiciones.

Es importante que la UE actúe de manera conjunta ante la crisis.

Si cada país de la unión se endeuda por su cuenta, estos quedarán lastrados respecto al resto de manera irremediable, lo cual debe evitarse.

Pero debe hacerse de una manera acordada para evitar daños a la cohesión de los 27.

Y por supuesto, los países del sur, España incluida, deberán rebajar su déficit de manera imperativa para evitar que estas situaciones se repitan y hagan mella en la confianza del resto de miembros.

Finalmente, hay que tomar medidas preventivas.

Hay expertos que ven posible el que el virus suceda de forma estacional.

De ser así, y de no haber un método para evitar un brote como el de este año en 2021, la caída de los mercados se repetiría, al estar estos con los nervios a flor de piel, y con unos gobiernos sin ánimo para más bromas que tomarían medidas similares mucho más rápido, idea que aterra a las empresas.

Por cierto, otro motivo para ser optimista es el hecho de que, ante esta crisis económica, se ha reaccionado mucho más rápido.

Medidas de estímulo que con la anterior crisis tardaron años en darse, esta vez se han dado en semanas, lo cual es clave para una más pronta recuperación.

Ante los históricos tiempos que vivimos, debemos ser precavidos y permanecer unidos.

La economía debe destinarse a los objetivos sociales, y alejarse del estado de pánico.

Es bien cierto que los medios de comunicación nos mantienen informados, pero también pueden provocar miedo.

No cedamos, con la colaboración ciudadana de la que estamos demostrando ser capaces, podremos salir de esta situación.

Nuestro futuro no tiene por qué verse perjudicado.

Como ciudadanos, exijamos responsabilidad y transparencia a nuestros gobiernos, y tomemos cualquier lección que se pueda derivar de la pandemia.

Por mi parte, solo me queda desearos salud y prosperidad a todos, en estos duros momentos.

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