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Relaciones bilaterales entre EEUU y Venezuela

La relación entre el gigante americano y la república de Venezuela se remonta a principios del s. XIX. La primera presencia diplomática de Estados Unidos en el país latinoamericano se dio en 1824, en Maracaibo, cuando éste pertenecía a la Gran Colombia. Tiempo después, el 28 de febrero de 1835, Estados Unidos lo reconoció como nación independiente. Finalmente, John G.S.Williamson, encargado de negocios del gobierno estadounidense, estableció formalmente las relaciones diplomáticas entre ambos países el 30 de Junio de este mismo año.

A lo largo de la historia, Estados Unidos y Venezuela han firmado diversos tratados comerciales de los que se han beneficiado mutuamente. Sin embargo, desde la llegada de Hugo Chávez al poder, las relaciones bilaterales se han caracterizado por un gran deterioro, tirantez y tensión. Ya en 2010, Caracas y Washington no gozaban de embajadores, sino de encargados de negocios. El gobierno de Obama revocó la visa del embajador venezolano, Bernardo Álvarez como resarcimiento a que Chávez se negase a aceptar a Larry Palmer como embajador designado. No estamos hablando de una ruptura, en base a relaciones bilaterales, pero sí es cierto que esto se entendió como un desgaste que ha llegado a la actualidad.

Por otro lado, en 2014, se produjeron una serie de revueltas y sanciones en contra de Maduro, impuestas por la Administración Obama a altos funcionarios venezolanos acusados de corrupción y violación de los Derechos Humanos. Este escenario fragoso, fue el que heredó Donald Trump en 2016. Asimismo, Maduro, desde que llegase al poder en 2013, no ha dejado de lado el tono radical y antiestadounidense que ya proclamaba su antecesor, Hugo Chávez. Aunque desde que éste fue electo Presidente, sus discursos cambiaron de rumbo hacia un carácter más conciliador y favorable. Nicolás Maduro, le dio una oportunidad a Donald Trump, tendió su mano hacia este gobierno declarando que haría todo lo que estuviese a su alcance para que el Estados Unidos rectificase todos los errores que se cometieron en la era de Obama.

Sin embargo, en 2017, el gobierno de Venezuela sufrió dos golpes que entorpecieron su aproximación con Washington. El primero vino de la mano de la imposición de sanciones. El vicepresidente venezolano Tareck El Aissami fue acusado de tener lazos estrechos con el tráfico de drogas. El segundo acontecimiento, ocurrió tres días después de dichas sanciones, cuando se reunieron funcionarios estadounidenses y Lilian Tintori, opositora de Maduro y esposa de un reconocido preso político venezolano, Leopoldo López. Esto generó malestar a Maduro, que culpó a la oposición de hacer que Estados Unidos adoptase políticas más duras y sanciones más severas contra el país.

Entre 2016 y 2017 se produjo un cambio en el “soft power*” o poder blando del gigante estadounidense. Éste era esencial en la política exterior hacia Venezuela; sin embargo, los americanos comenzaron a utilizar radicalmente el “hard power”, ejemplificado con las sanciones económicas, las presiones directas que ejercían o los diversos incentivos económicos. Comenzó con Obama, pero Trump le ha tomado el relevo. De hecho, Maduro convocó ilegalmente la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, faltando a la Constitución Venezolana y Trump anunció que no descartaba una intervención militar en Venezuela.

Actualmente, la relación entre ambos países está muy deteriorada. Venezuela no deja de ser una ficha en el tablero geopolítico sobre el que juega el aún líder del orden mundial. Sus relaciones bilaterales serán inciertas, y debido a todas las circunstancias que se han ido dando a lo largo del tiempo, al Estado latinoamericano le espera un futuro amenazador.

*El “soft power” es la capacidad que tiene un Estado de incurrir en las acciones o intereses de otros actores internacionales por medio de recursos no tradicionales (religión, ideología, cultura o diplomacia), mientras que el “hard power” o poder duro recae en las capacidades militares y económicas de un Estado para lograr sus objetivos, mediante el uso de la fuerza, incentivos económicos o presiones directas.

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