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La República Popular China y la República de China

Un viejo conflicto diplomático

La República Popular China, más comúnmente llamada China, es una poderosa potencia mundial, según algunos, llamada a sustituir a Estados Unidos como la 1ª superpotencia.

Es el país más poblado del mundo, el 3er Estado más grande y tiene el 2º mayor PIB.

En contraste, Taiwán, o según su nombre oficial, la República de China, es un Estado asiático de tamaño pequeño-mediano, con una población moderada y con una economía menor que la de Turquía o Indonesia.

Como podemos ver en esta comparación, solo hay un elemento en común, o realmente comparable, entre estos dos Estados: el nombre.

En el mundo actual, hay dos países que se reivindican como China.

En el presente artículo vamos a centrarnos en este peculiar conflicto, para entender de dónde procede y que rumbo tiene, trayéndote todas las claves para comprenderlo.

Pero antes, un poco de historia

La República de China, o RDC, es un Estado de reconocimiento limitado, situado en la isla pacífica de Taiwán (además de unos pocos archipiélagos), con capital en Taipei y cuya forma de gobierno es la democracia multipartidista, aunque ha sufrido muchos cambios a lo largo de su historia; que es extremadamente peculiar:

La RDC fue establecida el 1 de enero de 1912, tras la revolución que, en 1911, acabó con la monarquía de la Dinastía Qing.

El territorio de esta joven República de iure abarcaba casi el mismo territorio que la República Popular China actual, con las excepciones de Tíbet (que se independizó tras la caída de la monarquía) y Taiwán (que estaba en manos de los japoneses), pero la realidad era que el gobierno dictatorial del Partido Nacionalista Chino, llamado Kuomintang, no era capaz de mantener el control de todo el territorio, ya que una gran parte del territorio era de facto controlado por caudillos militares llamados “Señores de la Guerra”.

La principal característica de la vida política en la China de esta época era la inestabilidad.

La República pasó por numerosas crisis, sufría golpes de Estado y cambios de líder a la vez que se llevaban a cabo numerosas campañas militares para acabar con estos Señores de la Guerra.

Además, la recién establecida República apenas podía levantar cabeza económicamente hablando, dado que se encontraba con fuertes problemas debidos a tratados comerciales abusivos con las potencias occidentales y Japón.

En el marco de esta inestabilidad se desarrolló un importante movimiento intelectual y cultural que abogaba por la modernización de China, este fue el llamado Movimiento del 4 de Mayo.

En el contexto de este movimiento, el Partido Comunista Chino fue fundado en 1921 con financiación del Comintern y empezó a proliferar en distintos entornos de la sociedad china.

Este nuevo partido político de ideas radicales y revolucionarias con clara inspiración soviética sorprendentemente no empezó con mal pie con el Kuomintang o Partido Nacionalista Chino, sino que se produjo la integración de personalidades del Partido Comunista de China en el Kuomintang y un periodo de cooperación constructiva.

Pese a este buen inicio, la cooperación acabó derivando en una lucha por el poder que, tras graves tensiones entre estos entes políticos, resultó en la expulsión de los comunistas del Kuomintang y una posterior represión violenta del comunismo chino.

Apartados los comunistas de las instituciones, el Kuomintang continuó con su proyecto nacionalista de hacer valer la soberanía china ante el desprecio occidental y japonés.

Y lo cierto es que logró cierto éxito, hasta que en 1931 Japón respondió con una invasión de la región de Manchuria para asegurar sus intereses en el territorio, rico en industria y recursos naturales.

La inestabilidad provocada por el súbito ataque japonés fue respondida por los comunistas con el establecimiento de la República Soviética de China (no confundir con la República Popular China, de la que también trata este artículo), Estado de facto creado por el Partido Comunista Chino en las zonas bajo su control.

Con esto comenzó una dura Guerra con el Kuomintang que se pausó en 1937, cuando los rivales se aliaron para hacer frente a la aún más preocupante agresión japonesa.

Tras la derrota japonesa en la 2ª Guerra Mundial se produjo la cesión de territorios japoneses a la República de China, y continuaron las hostilidades entre el Gobierno del Kuomintang y los rebeldes comunistas, los cuales tenían un nuevo líder, Mao Zedong.

Estas renovadas hostilidades tuvieron el carácter de una Guerra Civil, que se saldó con la victoria comunista en 1949 y con el establecimiento de la República Popular China (es la China en la que pensamos normalmente cuando pensamos o hablamos de China), con capital en Pekín.

Sin embargo, esta victoria comunista y la creación de la República Popular China, o RPC, no fue ni definitiva ni aceptada de inmediato, las victorias militares de los comunistas fueron aplastantes, pero no se produjo en ningún momento una rendición por parte del Kuomintang, cuyo Gobierno se exilió a la isla de Taiwán, desde donde aún hoy día reclama, amparandose en su Constitución, el territorio continental perdido tras la Guerra.

Incluso si la Guerra Civil llegó a su fin, el conflicto entre la RPC (China) y la RDC (Taiwán) aún continua en nuestros días.

Un conflicto jurídico internacional

La guerra entre el Kuomintang y el Partido Comunista Chino alcanzó repercusión internacional de inmediato, con el apoyo soviético a los comunistas chinos, pero, por lo general, fue considerado un conflicto interno.

Las potencias occidentales habían perdido parte del interés que habían mantenido en China durante finales del siglo XIX y principios del XX.

Eventualmente, tras la tregua mantenida durante la 2ª Guerra Mundial, la Guerra Civil se reanudó como ya hemos explicado, y con ello vino un mayor interés por parte de las potencias occidentales dado el nuevo escenario geopolítico que quedo establecido con la Guerra Fría.

El Kuomintang, a punto de perder la Guerra, se alineó con los estadounidenses, y el Partido Comunista Chino con la Unión Soviética (con la cual después cortaría lazos, debido a diferencias políticas e ideológicas).

Sin embargo el conflicto posterior a la Guerra Civil entre la RDC y la RPC se configura más claramente en el marco de la Organización de Naciones Unidas, e incluso, dentro de su Consejo de Seguridad.

La ONU es una de las Organizaciones Internacionales más relevantes en el mundo contemporáneo, su creación y consolidación se enmarcan en un radical cambio en el sistema internacional y en una apuesta por el multilateralismo sin precedentes en la historia.

El documento que funda y actúa como norma suprema de la organización es la Carta de las Naciones Unidas, un tratado internacional firmado el 26 de junio de 1945 en San Francisco, inicialmente por 50 países, pero puesto en vigor tras la ratificación de 6 Estados con un rol clave en la organización: Estados Unidos, Francia, Reino Unido, la Unión Soviética (posteriormente Federación Rusa) y la República de China (posteriormente, como explicaremos, República Popular China).

Este grupo de 5 Estados juegan un rol fundamental en la Organización, dado que son los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, con capacidad de veto para las resoluciones tomadas por este organismo que, a diferencia de las de la Asamblea General, son vinculantes para los Estados Miembros de la organización.

En el momento de la firma y ratificación de la Carta de las Naciones Unidas, en 1945, la Guerra Civil acababa de reanudarse en China, en un momento en el que el Gobierno del Kuomintang gozaba de pleno reconocimiento internacional, de forma que la RDC fue desde un primer momento la representación china en la ONU.

Desde el momento en que Mao proclama la fundación de la RPC en Pekín y la RDC pasa a “exiliarse” en la isla de Taiwán, se empieza a labrar un conflicto en la sede de las Naciones Unidas.

¿Qué Estado debe representar a China? ¿Pueden existir dos representantes de China?

La ONU trató de responder a estas preguntas con una serie de resoluciones, que muestran una postura respecto al asunto que fue evolucionando a lo largo del tiempo.

El primer antecedente a estas resoluciones referentes a China sería la Resolución 396 de 1950, en la que se recomienda que, ante casos en los que más de una autoridad afirme ser el legítimo representante de un Estado ante la ONU, el asunto será considerado por la Asamblea General, la cual tomaría una actitud que debería ser considerada por el resto de organismos de la ONU.

Pese a ser la primera en pronunciarse en este tipo de conflictos, destaca la falta de un proceso de decisión ante una situación de estas características.

El primer documento que toma cartas en el asunto de las dos Chinas es la Resolución 505 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el que se condenaba la violación soviética del tratado sino-ruso de amistad pero, más importante, denominaba al Gobierno de la RDC como el “Gobierno Central de la China”. Sin embargo, en otra resolución de la Asamblea nueve años posterior a la 505, la resolución 1668,  la Asamblea General se muestra claramente más dubitativa sobre la denominación de la RDC como “Gobierno Central de China” y declara toda “propuesta destinada a cambiar la representación de China” una cuestión importante, que según el artículo 18 de la Carta de Naciones Unidas requiere de una mayoría de dos tercios en la Asamblea para aprobar cualquier decisión que la afecte.

Si bien, como demuestra la resolución 505, la gran mayoría de los Estados participantes de la Asamblea General en la década de los cincuenta reconocían a  Taipei como el “Gobierno Central de la China”, a medida que pasaba el tiempo y se iba consolidando el potencial de la RPC cada vez más países pasaron a apoyar al Gobierno de Pekín como legítimo representante de China en la ONU, a pesar de las posturas de la RDC, reunificacionista y aún nacionalista.

Esto se debía principalmente a que el apoyo de la RDC procedía principalmente de países occidentales hostiles a la ideología comunista reinante en la RPC y en la URSS, pero según avanzaba el proceso de descolonización cada vez más países no necesariamente alineados con las posturas occidentales respecto a esta cuestión obtuvieron el derecho al voto en la Asamblea General de la ONU.

Además de esto, muchos países occidentales, sobre todo, europeos, fueron aceptando a la PRC como representante de China por su consolidación como Estado en la China continental.

Esto desembocó en la Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que contundentemente expulsaba “a los representantes de Chiang Kai-shek [militar y dictador de la RDC] del puesto que ocupaban ilegalmente en las Naciones Unidas” y restituía a la República Popular China todos sus derechos como miembro de la organización a la vez que se reconocían sus representantes como los legítimos de China en la ONU.

Desde este momento la RDC pierde toda legitimidad como representante chino en la ONU y sus organismos.

En un mundo globalizado como el actual, y en el que las instituciones multilaterales tienen un carácter tan importante, el hallarse apartado de ellas supone una gran desventaja.

De modo que han creado ciertas denominaciones especiales para permitir la participación de la RDC en diversos ámbitos del multilateralismo.

En concreto es destacable la denominación “China Taipéi” o “Taipei Chino”, bajo la cuál la RDC compite en los Juegos Olímpicos, además de servir para dotar de una denominación aceptable por la RPC a la RDC en foros o agencias como la Organización Mundial del Comercio, por ejemplo, donde también es referida como Territorio Aduanero Distinto de Taiwán, Penghu, Kinmen y Matsu.

En la RDC, donde el independentismo taiwanés (movimiento político que defiende la eliminación de todo vínculo con la RPC para conseguir la creación de una “República de Taiwán” independiente, soberana y no china) cobra cada vez más fuerza.

Se reclama la participación de la RDC en la ONU bajo otros nombres y de forma paralela a la RPC, algo similar a la delegación en la ONU para Corea del Sur y Corea del Norte.

Sin embargo, toda propuesta encaminada en esta dirección ha encontrado oposición por parte de Pekín y Estados alineados.

Relaciones diplomáticas

Más allá de la ONU, en el plano multilateral, el estatus político internacional de China sufre importantes cambios en las relaciones bilaterales con otros países.

Bajo una política de “una sola china” existe una relación mutuamente excluyente entre las dos potencias; es decir, cualquier país que mantenga relaciones oficiales con Pekín no las puede tener con Taipei (aunque esto no ha impedido a muchos Estados mantener relaciones oficiales con un Estado y relaciones extraoficiales con otro).

Esto ha obligado a las potencias del mundo, más allá de su voto en la ONU, a decidir con cuál de las dos chinas, la RDC o la RPC, mantienen relaciones diplomáticas oficiales.

Actualmente solo 15 países reconocen diplomáticamente a la República de China, mientras que el resto de Estados, unos 180, reconocen diplomáticamente a la República Popular China.

Esta proporción ha ido variando significativamente a lo largo de los años, por ejemplo: en 1969, 71 Estados reconocían la RDC y solo 48 a la RPC y, en el año 1978, 21 Estados reconocían a la RDC y 112 a la RPC.

Esta variación a lo largo de los años se debe al crecimiento del potencial de la PRC en la escena internacional, que se ha visto correspondido con una percepción de aumento de su legitimidad como “verdadera China” debido a la cada vez más clara incapacidad de la RDC de restablecer su soberanía sobre el territorio de la China continental.

Más allá de esto, tanto la RDC como la RPC han comprendido en todo momento la importancia de ser Estados reconocidos internacionalmente, por lo que han tomado decisiones estratégicas para establecer o mantener relaciones diplomáticas con ciertos Estados.

Esto último a menudo se ha materializado en subvenciones, ayudas y préstamos a bajo interés para la construcción de infraestructuras en Estados en vías de desarrollo, a menudo enmarcados en la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, en el caso de Pekín.

Por otro lado, la RDC, en parte, debido a su estatus como potencia menor ha tenido más problemas a la hora de obtener reconocimiento diplomático. Como hemos dicho, solo 15 Estados reconocen a la RDP.

Es por esto mismo que Taipei se ve obligado a mantener estrechas relaciones económicas, políticas y culturales con aquellos países que aún reconocen a la RDC.

Si Taipei no les recuerda constantemente lo beneficioso que es tenerlo como aliado estratégico, estos Estados pueden darse cuenta fácilmente del potencial de beneficiarse de los planes de desarrollo impulsados por Pekín alrededor del globo, así como de otros beneficios del establecimiento de relaciones bilaterales con la RPC.

Relaciones entre las dos Chinas

Al fin y al cabo, a pesar de las enemistades históricas, la RDC y la RPC son dos potencias económicas asiáticas con fuertes vínculos históricos apenas separadas por un estrecho de apenas 150 km de ancho.

De forma que es inevitable la existencia de relaciones bilaterales entre ambas potencias.

Estas relaciones, en el plano político, sin llegar a ser explícitamente hostiles, no son en absoluto buenas, dado el principio de “una sola china” que mantienen ambas potencias, cada una asegura ser la legítima soberana de la otra.

No obstante, Pekín se muestra bastante más contundente respecto de la defensa de su soberanía sobre los territorios controlados por la RDC, como demuestra la Ley antisecesión de 2005, que prohíbe, contundentemente, la secesión formal de Taiwán como un propio Estado más allá de la RPC o RDC (desaparecería esta última), siguiendo los deseos del movimiento independentista taiwanés.

A pesar de eso, existe unos crecientes vínculos en el plano económico.

Crecientes Vínculos en el ámbito económico

Ambos países forman parte de la Organización Mundial del Comercio, el Banco Asiático de Desarrollo, la APEC y la OECD, entre otras Organizaciones Internacionales, que potencian la cooperación económica a través del estrecho que los separa.

La RPC es el mayor socio comercial de la RDC, con una red comercial que se ha cuadruplicado en los últimos 20 años.

Ambos países permiten a los bancos, aseguradoras y otros proveedores de servicios financieros funcionar en ambos mercados.

Con alrededor de 900 vuelos semanales entre la China continental y Taiwán muestran una fuerte vinculación económica.

Estos lazos comerciales se han sabido corresponder proporcionalmente con acuerdos comerciales entre ambos gobiernos para acabar con los aranceles.

Los vínculos económicos llegan hasta tal punto que, Taipei se ha mostrado preocupado por su dependencia comercial de Pekín y ha buscado activamente diversificar el comercio internacional, por ejemplo, firmando un tratado comercial con Nueva Zelanda en 2013, el primero que firma con una economía desarrollada.

No hay lugar para dos Chinas

Es complicado discernir que le deparará el futuro a las dos Chinas, pero es cierto que hay ciertas tendencias históricas difíciles de interrumpir, y una de estas es el paso del tiempo.

Y es que el paso del tiempo y el avance generacional de la RDC está pasando factura a las tendencias políticas, más concretamente a todo aquello relacionado con la identidad china del pueblo.

Si bien, tras la huida del gobierno del Kuomintang a la isla de Taiwán hace siglos existía cierto sentimiento de pertenencia a la nación china en la isla, a medida que estas generaciones se han visto sustituidas por otras que habían nacido ya después de dicho exilio, esta identidad china se ha ido debilitando.

Ahora mismo, las encuestas revelan que la mayor parte de la población joven de la República de China, no se consideran chinos, sino taiwaneses, y apoyan cada vez con más decisión el movimiento independentista taiwanés.

Si bien, el triunfo del movimiento independentista taiwanés tiene el potencial de cambiar en parte el conflicto con la RPC, dado que ellos serían “la única China”, eso no haría que Pekín dejase de reivindicar la isla de Taiwán y el resto de territorios controlados por la RDC como sus territorios.

Además, según la ya mencionada Ley de antisecesión, la RPC podría responder militarmente a cualquier declaración de independencia taiwanesa.

Aunque es cierto que es muy probable que Taipei acabe renunciando a defender sus pretensiones de soberanía sobre la China continental, Pekín, por ahora, no parece que vaya a renunciar a sus pretensiones de soberanía sobre la isla de Taiwán, con lo que el conflicto entre LAS Chinas aún no ve fin en el horizonte.

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