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Relaciones entre América Latina, España y la Unión Europea

Los lazos humanos, históricos, sociales, culturales, políticos, económicos y lingüísticos que unen a España y Latinoamérica mantienen a esta región como uno de los objetos centrales de la política exterior española, que hoy día aspira a lograr unas relaciones equilibradas entre ambas. Quiere fortalecer sus vínculos, consolidar sus relaciones políticas y potenciar los mecanismos de diálogo e interlocución política existentes, así como reforzar y aumentar la actividad inversora de las empresas y los intercambios comerciales. 

Como mecanismo para ello, España es uno de los principales inversores en América Latina, con una presencia destacada en sectores clave como las comunicaciones, la banca, la gestión y construcción de infraestructuras, el turismo y la provisión de servicios públicos y la energía y, participa como observadora en organismos multilaterales latinoamericanos como la Organización de Estados Americanos (desde 1972), para el que en la actualidad aporta el 39% del total de las contribuciones, y con el que ha creado el Fondo España – OEA y se ha firmado un acuerdo para que observadores electorales españoles participen en las misiones de observación electoral. Así como lo hace, desde 1982, en la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), desde 2004, en el Sistema de Integración Centroamericano (SICA), desde 2011, en la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y, desde 2012, en la Alianza del Pacífico.

Además, tiene un papel muy activo en instituciones financieras como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), al que contribuye con un 1,9% del capital ordinario del banco y con un 2,24% del presupuesto para operaciones especiales. También participa en programas para erradicar las desigualdades y mejorar las situaciones económicas de la zona. 

Sin embargo, y aunque la política exterior del actual gobierno bebe, sin duda, del anterior y de la tendencia de España respecto a la región que analizamos, el pacto PSOE – Unidas Podemos ha supuesto la renuncia de ambos partidos y, en el caso del segundo, una moderación marcada por el posibilismo y deseo de estar en el gobierno. Y, respecto al eje de Iberoamérica ya han surgido las contradicciones propias de un gobierno de coalición. Unidas-Podemos apoya a Evo Morales, a quien creen que le hicieron un golpe de Estado en Bolivia, al igual que defiende al régimen venezolano, por el que no reconoce a Guaidó al considerar legítimo el gobierno de Nicolás Maduro; mientras que el de centro-izquierda, el PSOE, sí que lo hace. Y de ahí el caso Delcy Rodríguez y que el gobierno juegue a la ambigüedad. Además, portavoces de Unidas Podemos para Latinoamérica como Enrique Santiago, defienden el régimen castrista sin estupor; e incluso llaman “a luchar contra el imperialismo estadounidense” en América Latina.

Ello viene de que esta región es un espacio estratégico periférico clave para la configuración del Espacio Atlántico, con la OEA y el liderazgo estadounidense de fondo, y ya conocemos de la posición del partido morado ante EEUU. Aunque este último cuenta con Estados con tendencia al liderazgo natural, pero sin aspiración hegemónica como México, con el Caribe, Centroamérica (Costa Rica, Panamá, República Dominicana) y los Estados Andinos que se posicionan junto a él. Otros como Argentina, Brasil, Venezuela, Bolivia y Ecuador no lo hacen.

Por otro lado, América Latina también es clave para la construcción de bloques geopolíticos como la Nueva Ruta de la Seda o BRI – Belt and Road Initiative– a la que también apoyan los Estados Andinos como Paraguay, Perú, Chile, y Ecuador, además de Panamá, Bolivia, Uruguay, Venezuela, Costa Rica, Cuba y Perú que ya forman parte de la iniciativa. Que, recordemos que es un bloque geopolítico de gran importancia que atenta directamente contra los intereses estadounidenses. Intereses clave si hablamos de América Latina, donde ha ejercido un gran liderazgo basado en la geopolítica, la seguridad nacional y la ideología; y, hoy en día, en la economía, tras el fracaso del ALCA. 

Además, en Suramérica entra en juego la Unión Europea, que ha tenido vinculaciones directas con MERCOSUR y con la CELAC. Siendo las relaciones UE-LATAM representativas de la globalización y del interregionalismo. Y aquí viene, nuevamente, el papel de España, que es una de las principales impulsoras de la política exterior de la Unión hacia la región americana. 

Como vemos el papel de España en la región latinoamericana es sumamente importante, pero más lo es el de Estados Unidos e incluso, ahora, el de China. Actores entre los que también se encuentra en medio el país europeo por la hegemonía que intenta alcanzar el gigante asiático en el sistema internacional, aunque a este aún le falta para alcanzar a EEUU, tanto en las relaciones de España con este, como en su posición en América Latina. 

Es bastante notable que las relaciones, en un primer lugar, entre América Latina y la Unión Europea (UE en adelante) han ido creciendo exponencialmente debido al fortalecimiento  de la estructura relacional que existía con anterioridad entre ambos actores.  Sobra decir que la UE representa un complejo grupo de intereses nacionales que giran en torno a la base de la organización europea, por lo que la primera ardua tarea se concentra en lograr una alineación de intereses en la región hispanohablante, donde, se pueden observar intereses más intensos, como los casos de Francia, Italia o España, hasta posiciones más neutras como la de los países del este de Europa. 

Para evitar recaer en viejas disputas que únicamente sirven para tener debates históricos intensos que nunca llegan a buen puerto, ambas partes deben poner el máximo de recursos sobre la mesa de negociación, poner en común aquellos puntos en común y aprender a convivir con las desigualdades en sus respectivas visiones y adoptar una actitud basada en la cooperación y el multilateralismo, claves para el desarrollo en un entorno internacional tan agitado y con la incertidumbre y el desorden global como bandera. 

En conjunto, representando el 25% del PIB mundial entre ambas regiones[1],  siendo casi la tercera parte de los miembros de Naciones Unidas, casi la mitad de los componentes del G-20 y con unos lazos históricos indudables, las relaciones entre estos entes políticos pueden ofertar una gran cantidad de oportunidades que deben ser analizadas desde el prisma del crecimiento. Apostar por la integración económica, política y social de la región latinoamericana se ha convertido en uno de los objetivos principales de la visión europea para esta parte del mundo. Mientras, desde el otro lado del charco, varios son los beneficios que pueden atraer para con la zona latinoamericana, desde asociaciones económicas hasta sociales, para generar una acción conjunta que sea decisiva para alcanzar resultados históricos para las partes implicadas, como pueden ser el Acuerdo de París o la Agenda 2030, que ayudan a protegerse y armarse frente a problemas que azotan actualmente a los países latinoamericanos, como el cambio climático o la pobreza.

Es innegable que la situación ofrece aún un enorme potencial por descubrir y explorar pero, para ello, es necesario partir de una visión realista de la situación y adoptar la estrategia más adecuada que logre adaptarse a las condiciones de las áreas donde se quieren implantar. Por ello, realizando un análisis breve a la situación institucional latinoamericana, y tomando como referencia a Daniel Acemoglu y James A. Robinson, la teoría de los círculos viciosos es la que toma la delantera. Esta teoría viene a afirmar que el desarrollo y el progreso de un país se encuentra en la existencia de unas instituciones inclusivas, que estén estructuradas en principios básicos de libertad y derechos que construyan un marco de actuación libre y seguro, por ejemplo, que controlen la separación de poderes hasta la existencia de oligopolios en el ámbito económico. 

Desde el siglo XIX, clave para la independencia de la mayoría de los países que hoy en día componen la región, las instituciones latinoamericanas han sufrido problemas endémicos en la mayoría de los ámbitos y que, por desgracia, siguen padeciendo en estos días. Un claro ejemplo es el caso Oderbrecht, una investigación que fue abierta en Estados Unidos y cuya razón de ser ese encuentra en el copioso número de implicaciones de las altas esferas gobernantes y económicas de más de 9 países hispanohablantes, desde México hasta Argentina, pasando por Perú o Panamá. Ahora bien, este entramado de corrupción, sobornos, influencias y despilfarro no significa nada más y nada menos que arrastrar una concepción de la estructura institucional bastante diferente a la que se puede observar en el continente europeo. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que las instituciones europeas sean perfectas, dado que se han destapado casos de corrupción estrepitosos que afectan a una cantidad considerable de actores influyentes en Europa. Pero, como dato de la visión realista de la débil situación institucional latinoamericana, es el golpe de realidad que aportan los ciudadanos de la zona al responder más de un tercio de la población que no se encuentran satisfechos con la gestión democrática de sus países.

La democracia, el respeto y cumplimiento de los derechos humanos y las libertades, el progreso económico, la preservación del medio ambiente y demás factores similares reclaman un papel protagonista en las relaciones entre ambos actores, donde el motor de las mismas debe estar situado en el multilateralismo y el establecimiento de normas que sirvan de marco legal para que los mecanismos de control y supervisión sean los adecuados y las diversas sociedades vean cómo se protegen de distintas maneras. Además, hay que tener en cuenta el entorno internacional donde están teniendo lugar estas relaciones, que no es otro que un mapa global con constantes cambios intensos capaces de reconfigurar las relaciones como pocas veces se han visto en la historia, por lo que encontrar puntos comunes de esta alianza institucional birregional es elemental, puesto que  servirán como base para el crecimiento de las relaciones.

Para finalizar, no se puede obviar que dejar atrás los desencuentros y marchar conjuntamente a un escenario más favorable para ambas partes requiere de una fuerza de voluntad bastante monumental, que pondrá a prueba los instrumentos de la política exterior europea (con el esfuerzo regional y nacional que eso implica) y la voluntad real de la región latinoamericana para poder conocer un desarrollo mayor. Aunque a veces de describa el estado actual como una “fatiga de relación”[2]el impulso que puede llegar a generar obtener los beneficios derivados de la creación de lazos institucionales fuertes, basados en la inclusión y en el estado de derecho, suponen alcanzar un punto de sinergias positivas de las que surgirán elementos provechosos para ambas sociedades , superando así la barrera ideológica que separa a estas dos partes y firmar uno de los más ansiados avances de la histórica relación entre Europa y América Latina. 

En todo tipo de relación una buena base es elemental para que ésta tenga un buen futuro. Ahora bien, en el ámbito interestatal e incluso intercontinental la base suele hallarse en aquellos elementos comunes que sirvan como punto de partida. Es cierto que en muchas ocasiones factores culturales, sociales y económicos similares hacen que todo sea más fácil, que las relaciones sean más estables y más duraderas, además de permitir saltarse pasos para alcanzar un punto de conexión que es difícil de alcanzar.

Por ello, en el ámbito de las relaciones latinoamericanas-europeas se pueden concentrar algunos fundamentos que permitan entrelazar las historias de ambas regiones. En este sentido, el principal lazo de las relaciones birregionales viene dado por compartir cierto pasado histórico que ha permitido que hoy en día sigan existiendo amplias costumbres sociales y culturales compartidas. Pero, además, se puede observar en las últimas décadas cómo estos lazos o puntos comunes no han sido lo suficientemente determinantes como para que se confirme un acercamiento institucional real y eficaz entre las partes.

En primer lugar, uno de los principales problemas para con el objetivo de establecer relaciones bilaterales estables y productivas se encuentra en la política exterior de la UE. En los últimos años se ha puesto de manifiesto cómo la organización supranacional por excelencia ha vivido unos años turbulentos a raíz de acontecimientos que han sacudido el tablero internacional[3] y de cambios agresivos que parecen haber trastocado los elementos fundamentales de la Unión. Siguiendo esta línea, una de las debilidades mostradas en su reacción a diversas problemáticas se ha encontrado en su política exterior, una política que refleja la desunión y la falta de acuerdos en el seno de la organización para poder avanzar a través de una vía que permita unir todos los intereses de los miembros de la organización. Por ejemplo, el cambio de eje a nivel internacional, es decir, el aumento del protagonismo de la región asiática como principal zona para sustituir el histórico liderazgo occidental a nivel global, está obligando a la UE a replantearse sus objetivos en el exterior, por lo que dirigir su mirada hacia otros territorios internacionales es vital.

Tratados de Libre Comercio con Japón, acuerdos económico-comerciales con Vietnam, etc. son pruebas del esfuerzo de la UE para con el objetivo de no perder su importancia en el plano internacional. Pero, por otra parte, no debe dejar de lado su presencia en el continente americano, sino al contrario, aprovechar el activo tan extraordinariamente positivo que se le presenta a ambas partes para lograr resultados conjuntos. En este sentido, y sin olvidarnos de la intención principal de provocar un acercamiento institucional estable, existe la posibilidad de gestionar adecuadamente ciertos precedentes para generar un acercamiento firme y válido. Esta tarea pasa por emplear de manera adecuada la capacidad exterior de los bastiones de la UE, que no son otros que Francia, España, Portugal e Italia para con esta región, ya que existe una gran parte de miembros europeos que carecen de lazos previos con la región Latinoamericana (como pueden ser países del este de Europa que carezcan del mínimo interés en la región).

Sacar partido de la ventaja competitiva que supone tener experiencia en esta parte del continente americano supone dar un golpe en el tablero internacional con la intención de demostrar que tanto a la UE como a América latina les sigue interesando mantenerse en el ritmo de los cambios que marcan los sucesos internacionales. Con este fin, es obligatorio exigir que España se sitúe como cabeza principal en todo lo que tenga que ver con las relaciones europeas-latinoamericanas, pues el valor añadido que presenta el país español frente al resto, y su condición de socio fiable (ahora con un papel más determinante tras la salida de Reino Unido de la UE) es incuestionable por parte del resto de miembros de la Unión. Por tanto, un actor de primer orden global como es la UE no puede dar la espalda a una de las regiones más importantes de los próximos años, con una importancia económica y política innegable ante el cauce que está tomando el escenario internacional, para adquirir así el puesto que les corresponde. 

Teniendo claro la posición de la UE y de España, es hora de situar el foco en cómo está la situación institucional en la región latinoamericana y si de verdad existen o no las condiciones necesarias para generar este acercamiento. Como se hacía referencia en el punto anterior, los actores políticos y económicos de la región no se caracterizan por un riguroso cumplimiento de las normas dentro del marco del estado de derecho. Ya no solamente en el campo económico, donde los casos de corrupción abrazan a la mayor parte de poderes institucionales de cualquier sociedad democrática, desde el poder judicial como al ejecutivo. Es obvio  que las situaciones de conflicto institucional traspasan más allá de estos ámbitos, llegando a afectar a todos los estratos sociales.

Tales sucesos reflejan de forma tangible la incapacidad y la falta de respaldo institucional que se da en esta región del mundo, convirtiendo en algo vital resurgir de sus errores y poner en práctica un elevado nivel de reorganización de recursos, de limpieza institucional y de implementar elementos de cooperación internacional y multilateralismo que impliquen una mejora real en este cambio institucional obligatorio. Por supuesto, siempre que cada Estado lo vea factible y justo, además de que se supone previamente que los límites soberanos queden especialmente definidos para no atender a conflictos innecesarios que únicamente dificulten el desarrollo de relaciones birregionales estables. 

Concluyendo, ambas partes pueden aprender unas de otras, entender que las herramientas como el multilateralismo y la cesión de soberanía en casos excepcionales pueden servir para alcanzar objetivos superiores es una parte del proceso bastante importante, en otras palabras, enseñar con el ejemplo[4]. En este contexto cambiante, las relaciones  entre estos actores deben definir nuevamente su racionalidad, su fin último, que no debe ser otro que lograr una mejora sustancial de las relaciones cuyas mejorías se noten en los sectores de la sociedad más necesitados. Instrumentos de cooperación, relaciones fluidas y constantes a la vez que dinámicas y una actitud proactiva, deben ser los protagonistas en las próximas décadas de las relaciones birregionales. 

Dejar a un lado los recelos estatales en beneficios de una reforma institucional real y una salud democrática positiva es vital para sentar las bases de las relaciones entre estas partes del globo, donde afrontar las oportunidades de forma conjunta pasa por fomentar los valores comunes compartidos que las distinguen del resto del sistema internacional. Comprender este aspecto diferencial de lazos distinguibles es de real importancia para afrontar el rápido proceso de desplazamiento de poder internacional y de generación de riquezas, donde contrarrestar el poder blando del gigante asiático y poder exigir condiciones democráticas reales pasa por revitalizar las ideas e intereses comunes en pro de una mejora integral para ambas regiones. 

[1] Datos de la Comisión Europea.

[2] A. Sanahuja en:  https://eulacfoundation.org/es/system/files/sanahuja_12_nuevo_marco_ue-alc.pdf

[3]La crisis económica y financiera de 2008; el terrorismo en territorio europeo, la inmigración irregular, el cambio climático, entre otros.

[4] Donde el ejemplo más claro ha sido el número de estados miembros de la UE desde su creación, aumentando de 6 a 27 actualmente, motivados básicamente por disfrutar de los beneficios que suponen ser parte de este tipo de organizaciones. 

Referencias

https://eprints.ucm.es/44785/1/EU_LAC_Broschuere_spanisch_RZ.pdf

https://www.consilium.europa.eu/es/press/press-releases/2019/05/13/eu-latin-america-and-caribbean-relations-council-adopts-conclusions/

https://www.europarl.europa.eu/factsheets/es/sheet/176/america-latina-y-el-caribe

https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/A-8-2017-0268_ES.html


Análisis realizado por Miguel Á. Melián y Mar Gámez

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